POPOL VUH 164

DESTACADOS, OPINIÓN, POPOL VUH

Por Mario Candia

03/07/25

SUICIDIO Dicen que México avanza, pero en las cifras del suicidio queda claro que se nos están muriendo en silencio. En 2023, 8 mil 837 personas decidieron quitarse la vida en este país, un país que se llena la boca hablando de salud como derecho mientras sus sistemas públicos se caen a pedazos entre corrupción, desabasto y simulación. La tasa nacional de suicidios alcanzó 6.8 por cada 100 mil habitantes, y si alguien quiere ver el rostro del fracaso institucional basta con asomarse a las estadísticas: 65 de cada 100 de quienes se quitan la vida tienen menos de 40 años, en su mayoría jóvenes que encuentran más fácil colgar una cuerda que encontrar un psicólogo en el IMSS o un medicamento disponible en el ISSSTE. Se nos están muriendo los jóvenes, y el Estado apenas y reacciona.

TRAGEDIA SILENCIOSA San Luis Potosí no se queda atrás en esta tragedia silenciosa. Con 242 suicidios el año pasado, la tasa estatal se ubicó en 8.5 por cada 100 mil habitantes, por encima de la media nacional. Entre esos números fríos se esconden nombres, familias rotas, historias que se callan porque todavía pesa el estigma de hablar de salud mental, como si fuera un pecado. El 85 por ciento de las muertes por suicidio en el estado son de hombres, la mayoría jóvenes, que no encontraron otra salida más que el vacío de la soga o la pastilla amarga de la desesperanza.

SAISME La ley dice que la salud mental es un derecho, que existe la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones, que IMSS-Bienestar ofrece programas de atención con el SAISME y que se integra a la Ley General de Salud. Los discursos en la mañanera presumen una cobertura nacional y el humanismo del nuevo régimen, pero en la realidad México gasta apenas 3 dólares por persona al año en salud mental, muy por debajo de los 8 dólares promedio en la región, y en San Luis Potosí el acceso a atención especializada es tan escaso que la única constante es el traslado de familias entre hospitales que no tienen espacio, psicólogos que no alcanzan, y medicamentos que no llegan porque la burocracia federalizada sigue repleta de trabas y corruptelas.

ESTIGMA SOCIAL Los suicidios son el síntoma más brutal de un sistema de salud mental en crisis. La juventud, en lugar de encontrar espacios de escucha y contención, recibe puertas cerradas y citas a seis meses, si es que logra obtenerlas. El estigma social se mezcla con la precariedad de la atención pública, y cuando las familias se ven obligadas a buscar ayuda privada, las tarifas son un muro que pocos pueden saltar en un país donde seis de cada diez mexicanos viven con ingresos insuficientes para cubrir lo básico.

SALUD MENTAL No hay “Cuarta Transformación” que valga cuando la salud mental no es prioridad. Cuando se mira con desdén a quienes levantan la voz pidiendo psicólogos, psiquiatras y medicinas. Cuando se improvisan programas de salud comunitaria mientras el problema real se sigue acumulando en cifras que cada diciembre aparecen en las tablas de INEGI. No hay transformación real cuando se abandona a quienes más necesitan apoyo, porque la salud mental no espera discursos ni promesas.

PRIVILEGIO El suicidio no es un destino inevitable. Es un fracaso colectivo, una responsabilidad que las instituciones no han querido asumir con seriedad, mientras la sociedad mira para otro lado. México necesita una política de salud mental que no se quede en PowerPoints de funcionarios, sino que llegue a cada casa, a cada joven que está a punto de rendirse. San Luis Potosí, con su tasa que crece y crece, debería ser el recordatorio de que esta tragedia no es silenciosa: solo se ignora. Este país se desangra en cada suicidio que ocurre porque no hay quien escuche, porque los teléfonos de ayuda no contestan, porque la atención llega tarde, porque los medicamentos no están, porque el sistema de salud, con todo y su discurso de bienestar, sigue siendo incapaz de cumplir la promesa de que la salud mental sea un derecho y no un privilegio.

GRITO La salud mental no es un lujo. Es un derecho humano que, como tantos otros, se sigue escribiendo en los libros de leyes pero se borra en la realidad de cada familia que se queda con la pregunta de qué más pudieron haber hecho. México necesita asumir de una vez que no hay salud sin salud mental, y que cada suicidio no es solo una estadística: es un grito que este país sigue sin querer escuchar.

Hasta mañana.

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