Para muchos, la economía no es una ciencia, sino política disfrazada con números.
Y con ese trasfondo, los planteamientos formulados por los economistas se nos presentan en una jerga técnica, a veces rebuscada, que suelen generar dos reacciones rápidas en audiencias masivas: cambian de canal o se asustan.
Sin embargo, la economía como tal se ha convertido en un genuino laboratorio de ensayo y error, donde keynesianos, monetaristas, comunistas y demás tribus han desplegado una serie de ideas a fin de captar la atención del público y echar a andar planes de gobierno.
En consecuencia, existen unos mitos universales transmitidos de generación en generación hasta formar una memoria colectiva, que se avivan dependiendo de las coyunturas políticas de cada país.
Aquí te presentamos 7 de los más populares de acuerdo con académicos y especialistas.
1 Los inmigrantes nos roban los puestos de trabajo
Inevitable pensar en Donald Trump izando fieramente esta bandera. Y hay una cara aún más agria, como la que se ve en Calais con los inmigrantes tratando de cruzar la frontera por cualquier vía.
Adam Davidson comenta en el New York Times que “generalmente apoyamos la inmigración cuando los inmigrantes son diferentes a nosotros. A las personas de clase media o media alta no les preocupa la llegada al país de los pobremente educados inmigrantes”.
Pero cuando tienen nuestro mismo perfil, Davidson advierte que las alarmas comienzan a sonar.
No obstante, a pesar de esa visión particular existe otra donde la inmigración beneficia la economía de los países.
Un estudio realizado recientemente por la Universidad de Chicago, no encontró a un economista que estuviera en desacuerdo con esta apreciación.
La clave según Davidson es que este mito descansa en la falacia de creer que la única manera de conseguir un trabajo es quitándoselo a otro.
En realidad, “los inmigrantes no solo incrementan la mano de obra disponible en el país, sino que incrementan la demanda de más trabajadores, porque utilizan su salario para alquilar apartamentos, comprar comida, cortarse el cabello, comprar celulares”, explica Davidson.
En otras palabras, quienes alquilan apartamentos, los peluqueros, los dueños de abastos y tiendas de celulares, etc., tendrán una sonrisa en los labios.
Como ejemplo clásico está el caso de los “Marielitos”, la oleada migratoria que llevó a Miami más de 125.000 cubanos en 1980.
Cifras de un estudio del economista David Card, de la Universidad de California, Berkeley, revelan que de ese grupo unos 45.000 estaban en edad de trabajar.
Cuatro meses después la fuerza laboral de Miami creció 7%. Su estudio demostró que la gente de la ciudad no sufrió impactos por pérdida de empleos o reducción de sus ingresos.
2 El cliente siempre tiene la razón
La tradicional cultura de servicio y la inclinación natural de la gente es decir que el cliente siempre tiene la razón.
¿Peroquién es más importante: el cliente o el productor? La respuesta es que, como dicen los economistas, depende.
El experto en materia monetaria Cullen Roche, escritor del libro Capitalismo Pragmático, cuenta que “el punto no es quién es más importante, sino que los dos son vitales en el ciclo de todo negocio, por lo que lo más importante es en cuál parte del ciclo de las necesidades económicas estamos”.
En otras palabras, en algunos momentos el cliente tendrá el sartén por el mango, y en otros la empresa dirá “tómalo o déjalo”.
“Uno debe ver a productores y consumidores como lados de una misma moneda. Para multiplicar esta moneda se necesitan consumidores saludables, y vibrantes e innovadores productores”, concluye Roche.
3 El precio refleja el valor
En este momento en Venezuela una servilleta vale más que un billete de baja de denominación.
El Observatorio Español del Mercado del Vino acaba de anunciar que el precio medio del vino de España exportado se situó en US$1,25 por litro, mientras que el de Nueva Zelanda se vendió a casi US$5 por litro. ¿Estás de acuerdo con esa diferencia de precios?
De seguro los dueños de viñedos españoles dirán que no.
Es por ello que muchas veces se dice que el precio de un bien o servicio se basa en lo que la mayoría esté dispuesta a pagar por él.
Más psicología que matemáticas.
4 Imprimir dinero causa hiperinflación
“Cuando el gobierno imprime dinero lo que viene es hiperinflación”. Uhm… no necesariamente.
Primero, como explica la página especializada en finanzas Pragcap.com, “el gobierno no produce dinero y se lo da al público. Produce dinero y monedas para distribuirlo en el sistema bancario, donde el público lo puede utilizar en sus cuentas y medios de pago”.
Segundo, las causas de hiperinflación en un país son mucho más complejas. Por lo general, para Pragcap.com hace falta:
- Colapso en la producción
- Corrupción rampante del gobierno
- Perder una guerra
- Cambio o caída del gobierno
- Perder la soberanía de la moneda nacional por controles de cambio o endeudamiento en moneda extranjera.
Los billetes nuevos no generan por si solos la hiperinflación, sino la combinación de varios factores.
5 Cada niño que nace viene endeudado
La situación de Grecia ha puesto en boga con dramatismo absoluto esta pieza infaltable en todo discurso de campaña electoral o conversación doméstica sobre el futuro de todo país.
En realidad, nadie nace con una factura pegada al cuerpo ni le corresponde pagar a ningún acreedor internacional. Las deudas nacionales son compromisos adquiridos por los gobiernos de turno, que comprometen al Estado de cada país.
Pero, tal como ha ocurrido con Grecia y con históricas negociaciones de deuda de los países en América Latina, estos procesos tienen sus vaivenes y depende de cada equipo presidencial resolver los pagos cuando corresponda.
Aquí vale incluir la palabra “default”, que quiere decir, que el gobierno se declara incapaz de pagar la deuda, y eso da paso tormentosas negociaciones (Grecia dixit).
“En un nivel macro, en realidad el gobierno nunca paga la deuda. En un sistema monetario basado en endeudarse, las deudas se expanden o se contraen a lo largo del tiempo dependiendo de las necesidades de la economía del país”, puntualizan en Pragmatic Capitalism.
Así que niños no lloren, esa factura no es suya.
6 Los negocios son para ganar-ganar
Quizás para evitar demonios proteccionistas, muchos economistas suelen reforzar la necesidad de que los acuerdos entre naciones beneficien por igual a ambas partes.
La experiencia entre Grecia y Alemania, a raíz de la crisis financiera de la primera, es una muestra de cuan errada es esta percepción, como bien lo puede explicar el renunciante primer ministro Tsipras ahora que tendrá más tiempo para evaluar lo sucedido.
Las corporaciones colocan sus subsidiarias en países particulares para aprovechar bajos impuestos o costo de la mano de obra.
Eso explica por qué Panamá es la meca de las corporaciones multinacionales que tienen operaciones en América Latina, o por qué los call centers de muchas empresas internacionales están en India o Escocia.
El objetivo entonces es aprovechar las ventajas competitivas en cada negociación.
7 La economía es una ciencia
La palabra clave de todo economista al preguntarle su opinión sobre cualquier situación es “depende”.
“Si la economía fuera una ciencia, que implica una respuesta específica a una pregunta específica, ¿por qué 40% de los economistas consultados acuerda que el aumento del salario mínimo puede dificultar que las personas consigan trabajos, mientras que otro 40% se muestra en desacuerdo?”, plantea Alternet.com con relación a un estudio realizado en Estados Unidos.
Como admitiría Larry Lindsey, antiguo jefe del Comité Nacional de Economía del ex presidente George Bush, “la continua discusión –entre economistas– es producto de un desacuerdo filosófico sobre la naturaleza humana y el rol del gobierno, y no puede ser resuelto por economistas no importa cuán sólida sea su base de datos”.
En consecuencia, en economía las percepciones llegan a pesar tanto como los números.
Fuente: BBC.