La fórmula mágica para ser buenos padres

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Paideia Colombia

En épocas pasadas como en la actualidad no existió ni existe un método científico y específico que le permita a las familias (sin importar la tipología) resolver situaciones problemas concretas con relación a la crianza de sus hijos e hijas. No se han inventado aún el jarabe o remedio que cure o prevenga las rebeldías y desobediencias de los niños, niñas y adolescentes.

A ninguna mujer al abandonar “victoriosamente” la sala de parto con su pequeña o pequeño recién nacido, el doctor o algún funcionario del hospital o clínica le ha entregado la enciclopedia para la crianza de su hijo, donde encontraría el paso a paso para educar al nuevo integrante de la familia, para evitar que sea rebelde, o prevenir el posible consumo de drogas. No existe la formula médica que al tomarla o darla a su hijo le garantice un niño o adolescente obediente, “fanático” por el aprendizaje académico, que construya relaciones sociales asertivas y que se le facilite edificar familia cimentada en el diálogo y el afecto.

Si bien es cierto que la psicología y otras ciencias sociales, humanas y de la salud han hecho valiosos aportes en la caracterización del desarrollo humano según su ciclo vital, y en la teorización de conceptos que le permiten a los padres y madres de familia enterarse de las razones por las cuales existen ciertos comportamientos de sus hijos en determinadas edades, también es real que, cada vez se hace más complejo llevar las riendas de una familia, cuando además se  tiene que cumplir otros roles paralelamente como el de estudiante, trabajador o trabajadora, esposa o esposo…entre otros. Motivo por el cual, educar a los hijos es una labor que (además de no ser remunerada económicamente) se viene haciendo mediante el ensayo y el error, es decir, ser buen padre y buena madre se aprende solo siéndolo, experimentándolo, sintiéndolo y sin duda alguna estando dispuesto a  sacrificarse por ese ser humano que se ha convertido en un nuevo (y quizás el más fuerte) sentido de vida.

En este orden de ideas, las familias aún consideradas el núcleo de la sociedad y agente garantizador de transmitir ideología, cultura, valores y educación, están en la “obligación” de pensar profundamente y revisar dentro de sus labores diarias (o por lo menos semanales) los espacios que dedican a la formación de sus hijos e hijas acompañándoles en la construcción y elaboración de sus tareas, enterándose del desempeño escolar y compartiendo actividades de esparcimiento.

Finalmente, vale la pena preguntarse si la rutina de la cotidianidad, el trabajo, el estudio y otra serie de acciones propias de cada ser humano han permitido que la casa sea un hogar o un hotel…

 

Yesid Serna.

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