(Cómo terminó de estrellarse contra la verdad otro pájaro nalgón).
El Radar
Por Jesús Aguilar.
La noche caía sobre San Cris de Ponzí como un sudario de neón quebrado: las farolas vomitaban luz parpadeante sobre aceras gastadas, y la brisa cálida traía rumores de mesas llenas de billetes sucios y aún más insalubres intenciones.
En esa ciudad rebosante de contrastes —donde el lujo de los hoteles cinco estrellas convive con la miseria de los barrios periféricos— se gestaba un drama que prometía sacudir los cimientos del poder local.
Los muros del las instituciones públicas crujían y el resonar del radio-pasillo cuarteaba el tiempo renegando olvido: “¿Viste la firma del contrato? ¿Quién filtró el precio real?”
La Universidad Estatal, bastión de la educación pública, estaba a punto de convertirse en rehén de un plan tramado en comederos de alcurnia y oficinas lujosas, pasados filosos chocando con una maraña de intereses en una trama burda, inescrupulosa y a todas luces mañosa.
Damián Mañosa ingresó al despacho del director de la Universidad como quien entra a saborear el triunfo: con traje impecable, corbata de seda y una sonrisa barnizada de sombría astucia.
Era el mismo hombre que casi treinta años atrás, había cambiado un escaño parlamentario por un oscuro documento de chantaje, un sobre lacrado con nada adentro y la impudicia de lograr a toda costa un espacio en el poder a pesar de su increíble insuficiencia. Hoy regresaba transformado en “empresario visionario”, dispuesto a lucrar con el último terreno virgen de la zona dorada de la ciudad: un solar universitario de casi 5 hectáreas, flanqueado por losHoteles Paraiso y Fullman y el centro comercial Ciudalia.
—“Imagínese, Maestro Farza —susurró Damián mientras extendía sobre la mesa unos planos brillantes—, un polo deportivo de primer mundo: canchas sintéticas, pistas de atletismo, incluso un estadio de 5 mil espectadores. Todo a coste cero para la Universidad.”
Tras esa promesa, entraron como coadyuvantes a escena Ludovico Farza, secretario de la Universidad y su director jurídico Misael Barrales de Alba, silenciosos cómplices de rostros serios con miradas esquivas.
Durante semanas, esos funcionarios sedujeron al Consejo Ejecutivo de la Universidad con cifras maquilladas: un arrendamiento de veinte años por una renta simbólica, apenas una fracción de su valor real.
Mañosa estaba emparentado con un grupo de ex banqueros e influyentes empresarios que usaban sus medios de comunicación como enganche para negocios mayores jugaban al vivo en cuanto contrato y licitación pública existía, sus ganancias subían a razón de componendas con los “asociados” momentáneos, alcaldes, gobernadores y políticos que al sentirse arropados por su cobija burguesa vendían estatus a un precio leonino, para terminar como lo que eran, solo sujetos temporales absolutamente desechables.
En cenas privadas Mañosa y su parentela, tejieron la telaraña que entregaría el terreno en bandeja de plata.
Por supuesto con su respectiva tajada.
Bajo un cielo de humo y botellas de etiquetas premium a medio acabar, Damián brindó con sus parientes banqueros en el restaurante de lujo de uno de sus hoteles. Entre sorbos de whisky y arrumacos peligrosos, planearon frente a una botella color carmesí el “lavado” de ganancias mediante empresas fantasma en paraísos fiscales.
Mientras tanto en un viejo café del centro de la ciudad, Misael Barrales de Alba director jurídico de la Universidad recibía a un propio con un sobre con documentos y copias de facturas falsas, viajes de lujo pagados por un contratista y cuentas con sobreprecio salidas de su oficina de la Universidad. Una amenaza muda para acelerar la firma del contrato.
El director de la universidad, el Dr. Fernando Carreño,biólogo de carrera aún néofito en los entornos del manejo del poder y la política tuvo que consentir el “consejo” de quienes pensaba eran sus incondicionales, sin embargo una punzada extraña le alertaba, algo le decía que no estaba todo bien, pero pensó que no le quedaba más que delegar.
El consejo ejecutivo de la Universidad con el aval de Farza y Barrales de Alba aprobaron el proyecto con una vocación inherente al deporte, con un arrendamiento pírrico absolutamente desventajoso para la institución provocando una ovación sorda en la circunferencia mañosa.
Cuando los titulares de El Impasible estallaron en quioscos y redes sociales, el suelo comenzó a resquebrajarse. Otro medio de información clave Apéndice, con sus plumasfilosas, publicó la correspondencia interna: correos que probaban el entente ilícito entre la Universidad y la asociación Mañosa. La verdaderas intenciones comerciales del grupo que hacía de la ventaja una premisa.
El periodista Manuel Andrade en su columna hizo su trabajo, una memoria del vergonzoso expediente público de Damían Mañosa y además un informe irrefutable: Damián no era arquitecto con el rigor por todos deseado, sino un charlatán que había plagiado planos del organismo gestor del agua AQUATAPAS; el episodio del solar universitario no era la primera vez en la que había sacado provecho con argucias de la máxima casa de estudios. Sobre el ventajoso acuerdo de renta exhibían a Farza y Barrales como meros testaferros.
Acorralado, Damián desvió su estrategia hacia la violencia sutil en momentos pero en su desesperación comenzó a mutar a episodios desesperados, con una rabia creciente.
Primero en acuerdo con su parentela acudió a la difamación digital con montajes de audio en grupos de WhatsApp, donde supuestos testigos afirmaban que los periodistas que lo exhibieron eran “terroristas de la corrupción”.
Su grupo de respaldo pagó cientos de miles de pesos en estrategias en facebook y mensajes truqueados para intentar hundir a sus adversarios. No lo logró.
Incluso en su exasperación, lanzó amenazas veladas y abiertas, cientos de mensajes encriptados al nuevo director jurídico de la Universidad, relevo de Barrales, advirtiendo de “problemas crecientes con amigos poderosos” si continuabancon la investigación.
Incluso se quiso apoderar con mentiras de uno de los espacios subyacentes al solar, ya arrendado a otro particular arguyendo más mentiras y haciendo como siempre del bluffsu aliento principal.
Las cosas comenzaron a apretarse para Damían Mañosa, el tiempo corría como atribulada pesadilla y los plazos de cumplimiento de su parte comprometida llegaron y el tema detonó. En una agresiva reunión con su grupo de respaldo, el joven nuevo líder del grupo le ordenó lacónico: “Ya se echó a perder el negocio por tus pendejadas, pero ahora a ver cómo le haces para que se hundan contigo o yo mismo me encargo de partirte tu madre”.
Así, amenazado, jadeando frustración y hondos rencores y otra vez solo, Mañosa chispeó un último y desesperado recurso promoviendo un juicio ficticio, denunciópenalmente al director de los medios El Impasible y Apéndice Leonel Raya, al reportero Andrade, el director general de la Univesidad Carreño y al nuevo jurídico de la Universidad Barros acusándolos de conspiración y falsedad.
A pesar de su cortina de humo y mentiras, la ciudad ya estaba despierta: las redes universitarias se llenaron deconsciencia exigiendo transparencia, los antes inversionistasinteresados comenzaron a retirar silenciosamente sus apuestas por el proyecto y su participación en las empresas que el falso gestor, el fantoche de Mañosa había enganchado a punta de mentiras comenzaron a enfrentar las consecuencias de su absurdo periplo.
A la mañana siguiente estudiantes y académicos organizaron vigilias nocturnas en el terreno arrendado, ondeando pancartas: “¡Fuera Mañosa!” y “¡Defendamos lo nuestro!”,una nueva medida de presión y empuje para defender la dignidad de la Universidad y su patrimonio. Esa tarde se venía la audiencia final.
Los tribunales, procesaron las denuncias pueriles de Mañosa, a pesar de la presión de sus entenados, las rechazaron una tras otra: faltaban pruebas, las fechas eran inconsistentes,estaban plagados de testimonios comprados o fabricados. Una telenovela barata tejida con mentiras y supuestos, temas parciales y una columna vertebral hinchada por la venganza.
Cada desestimación era un golpe seco contra su prestancia. Un bumerán de fuego acechando al viejo político en desgracia.
Mientras tanto, la Fiscalía inició un proceso de investigación por amenazas y difamación, y un juez ordenó el embargo cautelar de las empresas vinculadas al político.
En paralelo, el Consejo Universitario revocó el contrato de arrendamiento aduciendo “vicio en el consentimiento” y “falsedad en la documentación” además de “incumplimiento de varias cláusulas”.
Las torres de cristal soñadas por Damián quedaron como un esqueleto de papel de baño, y los banqueros retiraron finalmente todo su apoyo al verse comprometidos, temerosos de la inefable inestabilidad jurídica de su pariente y de las consecuencias que apoyarlo tenìan ya en su expediente e imagen pública.
Epílogo.
Cuando se encendieron las luces del tribunal, Damián Mañosa entró cabizbajo, su impecable traje ya no bastaba para ocultar su derrota. Entre los muros de mármol, escuchó su ruina: la lectura de cargos por amenazas y fabricación de acusaciones y demandas falsas. Atrás quedaron sus promesas vacías, sus cenas de soborno, sus llamadas amenazantes y mensajes de terror. Su correspondencia secreta se había descubierto, y como sucedió casi 30 años atrás, otra vez no traía nada, más que su última y más dolorosa derrota.
En San Cris de Ponzí, la crónica de aquel “derrumbre anunciado” se convirtió en lección:
El periodismo indómito, la presión ciudadana y la conciencia universitaria demostraron que ni los engaños más elaborados pueden resistir la luz clara de la verdad.
El director de la Universidad tomó el tema en serio y llamó a cuentas a Farza y Barrales, terminó con éxito y reconocimiento su labor por haber defendido a la institución de los inescrupulosos liderados por Mañosa y comenzó eon un proceso para quitarle su título universitario por las inconsistencias reveladas.
Los medios y sus reporteros subsistieron para continuar buscando un equilibrio necesario en la pesada y brumosa realidad pública de San Cris de Ponzí.
Y así, donde una sombra intentó cernirse, volvió a florecer la esperanza de una ciudad y una comunidad universitaria que aprendió a defende por fin lo que es suyo.