Por Mario Candia
04/07/25
DEUDA Hay un mantra que cada presidente mexicano repite con la solemnidad de un conjuro: “no endeudar al país”. Lo repitió López Obrador durante cada mañanera, con la misma convicción con la que negaba la violencia, la corrupción o el desabasto. Pero la realidad, terca como la inflación, no se sujeta a discursos: Andrés Manuel heredó una deuda pública superior a los 15.5 billones de pesos y un saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público que cerró en 17.3 billones de pesos al finalizar 2024, el nivel más alto en la historia, equivalente al 51.3% del PIB.
“AUSTERIDAD” Con López Obrador, la deuda creció en más de 5 billones de pesos respecto a la que recibió de Peña Nieto, quien a su vez había duplicado la de Calderón, quien también había duplicado la de Fox. Una tradición republicana de deudas que se incrementa sexenio tras sexenio mientras se predica la austeridad como religión y se hace del “no endeudamiento” un acto de propaganda, mientras se firman emisiones de bonos, se colocan CETES y se paga el costo de un Estado que gasta más de lo que ingresa para sostener subsidios, programas sociales y proyectos faraónicos que se inundan antes de inaugurarse.
HERENCIA MALDITA El “no endeudamiento” de López Obrador se basó en contratar deuda de manera discreta, aprovechando el mercado interno y la revaluación del peso para que el porcentaje del PIB no creciera aún más. Pero la deuda ahí está, con un costo de servicio superior a 800 mil millones de pesos al año, devorando recursos públicos que podrían destinarse a salud o infraestructura, mientras se presume que “se ayuda a los pobres” con programas clientelares financiados con deuda que deberán pagar esos mismos pobres, más los hijos de esos pobres, y los nietos de esos pobres. Porque las deudas no las paga el presidente que las contrata, sino los ciudadanos que llenan la bolsa fiscal con IVA en las tortillas, ISR en los salarios y IEPS en cada litro de gasolina.
COMPLICIDAD López Obrador dijo que nunca más el país se endeudaría como antes, pero lo hizo, y lo hizo con la complicidad de un Congreso de mayoría oficialista que aplaudía cada presupuesto deficitario como un acto de “justicia social”. A diferencia de los tecnócratas de antaño que endeudaron al país en dólares y euros, la 4T prefirió endeudarlo en pesos, para que la devaluación no los expusiera. Pero deuda es deuda, así sea con banqueros de Houston o con Afores mexicanas.
UNO DE CADA SIETE PESOS Hoy México es un país que dedica uno de cada siete pesos del presupuesto a pagar intereses, sin reducir el saldo principal de la deuda. Un país donde se presume “no más gasolinazos” mientras se financian los subsidios con deuda. Un país donde se presumen las becas y los apoyos, sin explicar que cada uno de esos apoyos se carga al saldo de una deuda que no se dejará de pagar ni con rifas simbólicas ni con mañaneras.
LA DEUDA MÁS GRANDE López Obrador se va dejando un país más endeudado, más dividido y más pobre, aunque con un relato heroico en la narrativa oficial. Como cada presidente, se fue diciendo que “no se endeudó al país” mientras deja firmados los pagarés para las siguientes generaciones. La deuda es el verdadero monumento de cada sexenio. Y la de López Obrador, con más de 15.5 billones de pesos, es la más grande de todas.
Hasta el lunes.