Benito Taibo: “Hay que reírse de México”

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Benito Taibo (Ciudad de México, 1960) tiene una pared llena de corazones en su oficina. Algunos son de metal, otros de cerámica, también los hay de madera y algunos son un espejo. Comenzó a coleccionarlos después de su segundo infarto – producido por el estrés – porque pensó que no le vendría mal tener un corazón de repuesto. Parece difícil creer que este hombre que bromea continuamente y no deja de sonreír tuviera estrés en algún momento. “Es un altar laico”, explica. Dice no ser supersticioso y mucho menos creer en el horóscopo aunque en su reciente tercera novela, Querido Escorpión (Planeta), una sátira de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX, los astros tengan mucha importancia.

Creció entre libros – es hijo del español Paco Ignacio Taibo y su hermano es Paco Ignacio Taibo II – en una casa de exiliados asturianos y se estrenó en la escritura la poesía. Después se hizo periodista, como el protagonista de su último libro, aunque las similitudes se acaban aquí: Timoteo, un humilde redactor de la isla caribeña de Arcadia que solo aspira a tener una cafetera nueva y un traje de baño, se convierte súbitamente en el responsable del horóscopo de El Faro del Caribe y, más tarde, el Supremo Conductor Nacional del país lo nombra su asesor personal. Timoteo que, como Taibo, ni sabe ni cree en los signos del Zodiaco.

En ese escenario se desarrolla esta novela con situaciones surrealistas escrita con la intención de divertir. “En México, y en Latinoamérica en general, somos demasiado solemnes a veces. Les pasa a muchos escritores, que parece que escriben esperando que sus letras se pongan en oro. Yo escribo un poco como decía Lorca, para que me quieran”.

Pregunta. ¿A qué se parecen Arcadia y su dictador?

Respuesta. Arcadia no es más que un palidísimo reflejo de América Latina. Cuando me preguntan si estoy escribiendo realismo mágico yo contesto que más bien escribo costumbrismo latinoamericano. Durante los últimos 50 años, este continente ha sido territorio fértil para la locura, las dictaduras, las invasiones. La historia es una farsa, una exageración, es mi personal homenaje a las novelas de dictadores, no a los dictadores. A los libros de Alejo Carpentier, a La fiesta del chivo de Vargas Llosa y, sobre todo, de Jorge Ibargüengoitia.

P. Ibargüengoitia satirizó a la sociedad y el poder mexicanos del siglo pasado. ¿Pretende hacer lo mismo en su libro?

Ahora las dictaduras son más sutiles: los intereses de los poderes fácticos, de la Iglesia, de los ricos…

R. Ibargüengoitia les pegó un palmo de narices a todos: a los poderosos, a la intelectualidad… Hablaba de México sin decir su nombre y se reía de la doble moral de los mexicanos. Nos exhibía de una manera tan mordaz y maravillosa que tengo la impresión de que después de él no hemos vuelto a tener la capacidad de reírnos de nosotros. Hay que reírse de México. Por eso escribo Querido Escorpión.

P. ¿De qué males de su país le gusta reírse?

R. Del fatuo, de los protocolos, de la banalidad, de las clases medias en su angustioso ascenso para convertirse en nobles, dispuestas a hacer todo lo posible para conseguirlo. Intento reírme todo el tiempo. Bastante jodido es lo que pasa a nuestro alrededor como para pasarla mal.

P. ¿Y qué dictaduras tenemos ahora, después de la época de los dictadores?

R. Muchísimas: los intereses de los poderes fácticos, de la Iglesia, de los ricos… Ahora las dictaduras son más sutiles. Pero yo siempre defiendo que no podemos bajar la guardia. Siento que el huevo de la serpiente siempre está ahí empollando, listo para eclosionar.

P. En su casa se hablaría mucho de dictadores…

R. Todo el tiempo, a pesar de que no somos exiliados en términos estrictos porque mi familia llegó aquí en 1958. El exilio español nos acogió como parte de esa generación de desterrados. En esa casa, las puertas siempre estuvieron abiertas para amigos que llegaban perseguidos por los dictadores del mundo: argentinos, chilenos, uruguayos, haitianos, guatemaltecos, etc.

P. También se hablaría de periodistas, como el protagonista de su novela.

R. De periodismo y de literatura. Si de niño se me ocurre decir que voy a ser biólogo me hubieran visto como un bicho raro. El protagonista es periodista, sí, pero sobre todo es un hombre pequeño que acaba metido en medio de algo enorme y siendo cómplice. Porque no solo es responsable el dictador o el que condena, también el que calla y el que, como él, peca por omisión.

P. Dice que no cree en el horóscopo, no como el dictador de Querido Escorpión, al que los astros le aconsejan cómo llevar el país.

R. No, yo creo en la ciencia. En la palabra de un médico. En México, particularmente, y en América Latina en general por sus sincretismos culturales, los seres humanos vivimos entre el raciocinio y el pensamiento mágico. El que va a ser operado por el mejor neurocirujano también lleva en la mano un ojo de venado y una imagen de la virgen en el pantalón.

P. ¿Ni siquiera cree en la Virgen de Guadalupe?

R. La Guadalupe es distinta (ríe). Es un símbolo revolucionario que han mostrado desde Gustavo Madero hasta el subcomandante Marcos. Yo tengo una camiseta con su imagen en la que pone ‘Viva el EZLN’. De todos modos, no tengo bronca con los santos sino con los intermediarios entre las vírgenes y los santos y los humanos.

 

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/04/actualidad/1370300854_055867.html

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