El Radar, El Editorial de Antena San Luis
Por: Jesús Aguilar – @jesusaguilarslp
El pasado fin de semana observamos con grave preocupación la denuncia del periodista Jorge Saldaña, quien dirige La Orquesta, de amenazas de muerte, intimidación y agresiones verbales en un restaurante del poniente de la capital por parte del Sr. Javier Fernández Montiel, hermano del ex funcionario público del DIF estatal indiciado y sentenciado por violación específica agravada cometida contra un entonces menor de edad bajo la custodia del estado potosino.
Hubo muy pocos medios serios y sólidos en San Luis Potosí que cubrieron cabalmente el caso de Alejandro “N”. Astrolabio, Antena San Luis, La Orquesta y MG Radio fueron algunos de los que más resonancia obtuvieron y también presiones inimaginables por esta causa.
Ningún directivo, periodista, reportero, redactor, opinante o colaborador de estos medios fue quien presentó la denuncia, tampoco hay una relación personal, ni familiar, ni de ningún tipo ni con la víctima, ni con su familia. No existe tampoco ningún motivo personal o historial íntimo de conexión con el caso, el acusado o su familia que pudiese haber pesado sobre la decisión de publicar, dar seguimiento y hacer una labor elemental, exponer lo que sucede en lo público que violenta a la sociedad.
Recibimos presiones, amenazas veladas y abiertas, amedrentamientos, ultimátums sobre inclusive movilizaciones, acciones de censura masiva e invitaciones condenatorias a dejar de leer, revisar o escuchar nuestros medios y espacios. Nada de eso nos forzó al mutis, ni tampoco la frenética lucha desde el poder de lo social, del dinero y de algunos medios “protectores” del acusado pudieron evitar que el criterio de los juzgadores y los tamaños y convicciones de los defensores de la víctima, hoy expulsados también violentamente por el sistema de sus empleos y señalados como indigentes de la moralidad cívica (Enrique Rivera Sierra y otros dignos abogados) hicieran el efecto adecuado para su intención, porque a pesar de los infames amedrentamientos se le sentenció, a pesar de los recursos leguleyos y un ignominioso tráfico de influencias y de quién sabe cuántas cosas más la sentencia del personaje está firme, así como la rabia, shock, desesperación y violencia interna de sus más cercanos.
El único culpable hoy según las leyes vigentes y los acusadores primarios es Alejandro “N”, quien no solo cometió, según las pruebas que lo condenaron, una violación sexual contra una persona bajo su custodia y en condiciones de absoluta exposición personal, emocional, psicológica y física, sino que vulneró la confianza que depositó la sociedad potosina en un personaje antes laureado y admirado, rompió toda la confianza de autoridades que habían encomendado a su perfil altísimas responsabilidades como el resguardo de niñas y niños, adultos mayores y personas con discapacidad, sino que también quebró personalmente a su familia, llevándola a un abismo de emociones, decisiones por tomar y rabiosa sed de venganza por cómo se le expuso, así como a sus principios e incidencias morales y personales en un caso evidentemente desgarrador.
La familia Fernández Montiel no es quien cometió el crimen por el que uno de sus miembros está condenado, pero vive sus tremendas consecuencias y es evidentemente lacerante para cualquier persona con una elemental empatía y consciencia, sin embargo nada justifica que su tragedia personal y familiar trasgreda y culpe, señale y ataque a personajes ajenos a su conflicto íntimo, los hacedores de comunicación que tuvimos las agallas de enfrentar el caso y no dejarlo como letra muerta asumimos nuestra responsabilidad completa sobre cada palabra expresada y en su momento ofrecimos a Luis Fernando Fernández Montiel todos los espacios adecuados para presentar pruebas de la defensa de su hermano y todas las consideraciones que asumían con colérica pasión que todo había sido una trampa, que había inclusive tríangulos pasionales y venganzas incandescentes desde el poder. Nada de lo que pudieron argumentar en una mesa de café o de bar o en los tribunales terminó por darles la razón, mucho menos lo harán las amenazas y agresiones, como las sufridas por Jorge Saldaña el viernes 17 de noviembre en el restaurante Gran Central.
Entendemos la frustración y efectos colaterales que en muchos sentidos causó la exposición y procesamiento a Alejandro “N” y no está en nuestra agenda revivir un caso juzgado, pero sí es necesidad imponderable alzar la voz otra vez, defender y acompañar a nuestro amigo Jorge Saldaña, con quien tenemos diferencias y coincidencias desde siempre pero a quien reconocemos como un valiente comunicador que fue violentado vilmente por la oscura frustración de la inconciencia.
Hoy confirmamos que con el caso la víctima no solo fue Brayan, sino fue el sistema y trístemente la familia del sentenciado.
También si sus posturas se mantienen entonces sobrepasan la comprensible afectación natural y conmiseración para convertirse en potenciales cómplices inclusive de nuevas felonías y salvajes actos de consecuencias inimaginables.
Mantener la posición de violencia y negación es altamente peligrosa para quien no tuvo nada que ver con el tema, más que la coincidencia en apellidos y origen, pero no puede ser pasada de largo y tendrá consecuencias.
Estaremos tomando las medidas de protección legal y extra legal necesarias para que no se agreda a nadie que haya tenido el valor de narrar un caso vergonzoso para el sector público y la sociedad potosina y dejaremos también ante quien corresponda los antecedentes de esta hilera de amenazantes.
Sigue siendo una tremenda pena que hablemos aún del caso en función del agresor y no de la víctima, de sus defensores defenestrados y de la desconfianza que surge desde entonces en la elección de personas al cargo de responsabilidades sociales tan profundamente importantes.
Jesús Aguilar
@jesusaguilarslp