En la colaboración de la semana anterior se estableció que el componente subjetivo de la inseguridad denominado “percepción”, es sumamente importante al momento de definir el grado de seguridad que la sociedad percibe de su entorno, y cómo ese componente tiene muchas veces un efecto demoledor sobre su tranquilidad, más allá del Índice Delictivo real y objetivo. La colaboración concluye con la afirmación de que las 3 herramientas de combate a esa sensación generalizada de temor son la prevención, la autoprotección y el manejo adecuado de la información. Analicemos la primera de ellas, y su origen: La prevención.
Comúnmente todos hablamos de prevención en diversos ámbitos de la vida, y decimos siempre que es mejor prevenir que lamentar. Sin embargo, ¿qué es en realidad la prevención, sobre todo cuando hablamos de Seguridad Pública? Es importante definir con claridad este concepto, pues solo así podremos delinear estrategias personales y familiares que nos ayuden a vivir en un entorno más tranquilo.
Debemos entender que el concepto de Prevención del Delito parte de uno más amplio que es el de Cultura de la Legalidad, la cual es el conjunto de creencias, valores y normas que promueven que la población perciba que vive en un Estado de Derecho. La Cultura de la Legalidad es la convicción compartida de que cada persona tiene la responsabilidad individual de ayudar a construir y mantener un status permanente de legalidad.
Solo una sociedad democrática, como México, puede moverse dentro de un Estado de Derecho, pues en éste se tendrá la capacidad institucional de desarrollar un concepto denominado Prevención del Delito. Este concepto es necesario como parte de la estrategia de sustentabilidad del Estado Mexicano, ya que genera las condiciones para impedir que se transgreda la Ley y que el comportamiento social se desplace a una sistemática y permanente cultura de la ilegalidad.
Algunos criminólogos han elaborado varios conceptos y clasificaciones de prevención del delito. Sin embargo, las discusiones en el plano de la Policía suelen distinguir dos tipos de prevención:
1. La situacional o inmediata, “del momento”, paliativa. La Policía como Institución es partícipe de este tipo de prevención, puesto que con su presencia sólo se antepone al delito de manera espacial y temporal. Como ejemplos de prevención situacional del delito podemos incluir acciones tales como reparación de alumbrado, limpieza de grafittis, cercamiento de baldíos, pavimentación de calles, colocación de protecciones metálicas, de alarmas, de alambrados, las propias operaciones policiales, etc.
2. La social o mediata, “real”, de fondo, motivacional, que ataca la génesis, las causas estructurales que permiten la reproducción sistemática de las conductas delictivas. La prevención social del delito compete a estructuras tales como familia, sociedad, escuela, iglesia, e instituciones diversas como el DIF y las Secretarías o Direcciones de Desarrollo Social, Obras Públicas, Seguridad Pública, Administración y Gestión del Espacio Urbano, Desarrollo Económico, Educación, Comunicaciones, etc, mediante la generación de Programas de Prevención Social del Delito como política pública.
Por tanto el trabajo preventivo es fundamental para conocer la génesis del delito y los motivos que orillan a una persona a cometerlo. Y dado que la prevención social del delito involucra a la familia, a la sociedad y a las estructuras que de éstas surgen, así como a diversas instituciones gubernamentales de los 3 órdenes de Gobierno, podemos concluir que la Prevención es, realmente, tarea de todos.
Un imperativo fundamental de la Prevención del Delito en una Sociedad Democrática, es que debe ser asumida como una Política Pública al más alto nivel, dado su carácter prioritario para garantizar al pervivencia del Estado mismo. En este sentido, es alentador que desde hace 2 años el Congreso de la Unión permitió la aplicación de recursos de los Subsidios Federales de Seguridad en acciones de prevención social del delito con participación ciudadana, y más aún, que desde su entrada en funciones el actual Gobierno Federal, encabezado por el Presidente Enrique Peña Nieto, haya definido una política integral en la materia, asignando recursos para tal efecto, y creando una Comisión Intersecretarial de carácter transversal encargada de delinear y operar el Programa Nacional de Prevención del Delito, reconociendo que el espacio ideal para la prevención es el Municipio, debido a su nivel de cercanía cotidiana con la Población.
Se concluye este análisis afirmando que las acciones delictivas no se eliminan únicamente con el uso y despliegue de fuerza en operaciones de combate a la criminalidad organizada y armada, sino que para ir realmente desarticulando las condiciones que alientan a alguien a cometer un delito, hay que atender con acciones de fortalecimiento a los núcleos mismo de la sociedad: La Familia y la Educación. Y esto debe hacerse siempre desde la infancia, ya que esa escena en la que un niño es enviado por su padre a decirle al cobrador del abono mensual que no está en casa mientras se esconde en el baño o en la última recámara, nulificará el esfuerzo que realiza el Estado para contrarrestar la delincuencia, y condenará a nuestra sociedad a ser una fábrica ilimitada de futuros infractores y delincuentes en potencia.
Juan Felipe Sánchez Rocha
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