De Barbie  

La semana pasada me preguntaron si ya había visto Barbie, entiendo que muchas personas que también escriben han opinado de ella, así como algunas mujeres feministas. He llegado bastante tarde a la discusión, ya se saturaron las salas de cine, se recaudaron millones de dólares y se provocó una escasez de color rosa, pero confiemos en no arruinarle el film a nadie.

Es innegable que Barbie como un juguete para niñas es la muñeca más famosa en el mundo, ha evolucionado conforme sus compradores lo han pedido en fisonomía, vestuario, accesorios, color de pelo y tamaño, tanto es así que al cabo de haber sido ama de casa, se diversificó en todas las profesiones, adquirió vehículo, mascotas, casa propia, además, en su representación de personajes famosos o de edición especial, es un objeto de colección de precios considerables.

No es feminista, ni la muñeca, ni la película, es un producto con una estrategia de venta envidiable que a lo largo de los años ha sido duramente criticado como referente físico para las niñas, de ahí la atenuación de las caderas, la disminución del pecho y la creación de otras figuras, menos delgadas o con distinto color de piel, cambia y al mismo tiempo se preserva, escribía al respecto en la columna anterior, de la imagen feminizada como modelo a seguir, Barbie lo es.

De hecho, algunas de nosotras no tuvimos este juguete precisamente por ser considerado sexista, de ahí que interactuar con él nos estuviese prohibido. Ello no nos salvó de nada, porque es apenas un elemento de todos los que el entorno tiene para orientar el “ser mujer”.

Habiendo medido la justa proporción, si esta fuera la película de un juguete cualquiera también tendría puntos rescatables y otros que no alcanzan su culminación. Se parte de la creencia de que Barbie salvó a las mujeres porque en su mundo las muñecas representan todos los trabajos del ámbito público. En tanto que la protagonista es el estereotipo de la rubia de ojos azules, su dueña es una madre latina que lidia con la adolescencia de su hija y el bulto de su marido.

Así, lo que para la primera resurge en celulitis y pensamientos de muerte que la “averían”, la segunda es capaz de funcionar porque como todas, está enseñada a acallar sus emociones “negativas” y sus necesidades en pro del cuidado ajeno, de hecho, lo más disfrutable es precisamente la catarsis de América Ferrera sobre este punto en particular y la inteligencia irreverente de Kate McKinnon.

Habrá un encuentro desde luego, entre la muñeca y su dueña, pero hay otro de mayor calado: el que sucede entre una madre que al cabo de haber criado se vuelve a individualizar, a buscarse a sí misma. Esta vindicación desafortunadamente no sucede siempre en la realidad, la maternidad puede fácilmente tergiversarse en una servidumbre que no termina ni cuando los hijos son adultos.

A pesar de que no parezca interesarle a nadie quienes son las mujeres fuera de estas dinámicas porque claro ¿Quién limpia entonces? o ¿Quién cuida de los nietos sin cobrar?; cuando se consigue esta recuperación de libertad, se pone un ejemplo fundamental a las hijas: la vida es y continúa fuera de los otros.

Ahora bien, en la película hay un momento en el cual Ken llega al mundo real donde los varones dirigen, son muy valorados y bien vistos, reciben dinero, admiración, amor y atención a cambio de prácticamente nada y han sabido a su vez adaptarse a los nuevos tiempos simulando su involucramiento en unos cuidados y una expresión emocional que es todo manipulación y conveniencia, un retrato eficaz de las ventajas que tienen los hombres comunes en la sociedad.

Enganchado del patriarcado regresa al mundo Barbie, le cambia el nombre y convence a las muñecas de dejar sus profesiones para servirles de novias a todos los Ken que antes fungían como sus amigos, a tal grado que ellas se olvidan de quienes son. Un acto de rencor porque Barbie no está enamorada de él.

El grado de empatía que los hombres sienten con el Ken dejado es algo más bien siniestro, que alguien guste de una mujer no la obliga a decir que sí, a aceptar un vínculo de cualquier tipo o a esforzarse por corresponder. El personaje destruye el mundo de su compañera, la deja sin casa y la vuelve una paria, su estupidez, si bien graciosa, no le quita ni un ápice de intención y aunque al final de la trama ella se libere, hay una escena completamente absurda en donde se disculpa por no quererle ni dedicarle tiempo. Mal hecho.

No obstante, es deseable contar con la participación de más mujeres en los puestos de dirección como Greta Gerwig y la forma que tienen de plantear las historias. Cerrada la opinión y con la misión cumplida le propongo ahora yo una película de la directora Olivia Wilde denominada “No te preocupes cariño” de 2022 catalogada en el género de terror y disponible en plataformas. Le dará escalofríos. Seguimos.

Claudia Espinosa Almaguer

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