El niño empresario La pobreza en su natal Zimapán, Hidalgo, y una casa con seis hermanos lo llevó a los 13 años a fundar su primer “negocio”: organizar a sus vecinos para que, con él, cortaran limones y los vendieran en cubetas a los comercios de la zona. Sus ahorros le permitieron a los 16 años de edad comprar una paletería, que ayudó a pagar el enganche de un tráiler para hacer crecer su negocio, el cual terminó en el giro minero. De pronto, el niño que para pagar sus útiles escolares debía treparse a los árboles limoneros se había transformado en un joven empresario que vendía al gobierno local centenares de miles de pesos en roca fosfórica como fertilizante. A la par, Erick destinaba su tiempo a otra pasión: tocar el teclado, cantar y componer canciones, con tanto entusiasmo que a los 27 años grabó un disco titulado “Acuérdate”, cuya canción Fraternidad sonaba en las radiodifusoras hidalguenses y ganó la Palma de Oro del Círculo Nacional de Periodistas. Su popularidad atrajo la atención de vecinos y políticos: los empleos que generaba lo hicieron una figura de peso en su comunidad y en 1989 ingresó a las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), motivado por la figura de Luis Donaldo Colosio, pero con el asesinato del candidato presidencial renunció a su militancia para buscarse otro camino político. Eran los días buenos, las horas anteriores a un día de mayo de 2002. Erick rondaba los 32 años y aún tenía voz para manejar un negocio, imaginar su carrera política y cantar. Un giro de suerte La suerte se terminó de un segundo a otro. Erick caminaba por las calles de Zimapán, frente a un taller mecánico, cuando un par de brazos le atenazaron el cuerpo y a empellones lo aventaron a una camioneta. Encogido en el piso del automóvil, le ordenaron cerrar los ojos y someterse a la voluntad de varios hombres armados con metralletas, que usaban claves policiacas para avisar que la captura había sido un éxito. Para acelerar el pago del rescate —una suma no revelada—, los secuestradores mintieron a Erick y le dijeron que en la casa de seguridad también se encontraba su hermano; si el dinero no llegaba en poco tiempo, ambos morirían… aunque, en realidad, él estaba solo. Luego de pagar el rescate, 48 horas después soltaron al empresario, pero el daño estaba hecho: ya no tenía voz. Erick enmudeció por el shock. “Fue un maltrato muy fuerte el no saber qué va a pasar con tu familia, contigo (…) Las secuelas de eso que viví… me dejaron prácticamente sin habla unos años, entonces hubieron muchas explicaciones de todos los ámbitos de la salud, desde fisiológicas hasta psicológicas. Tuve recomendaciones de todo tipo de tratamientos, ¡hasta brujería! “Yo mismo me había bloqueado y sí, una parte era fisiológica, pero otra parte fui yo mismo. A lo mejor por el terror que viví, a lo mejor porque tuve miedo de muchas cosas, porque no tuve la confianza en las autoridades”, relata. Entonces, se convirtió en lo que más temía: un cantante sin voz; un empresario que buscaba carrera política, pero incapaz de dar un discurso; una especie de portero sin manos. “No es fácil quedarte sin habla durante mucho tiempo, sobre todo si te gusta la política y te gusta la música. Imagínate, fue muy duro”, señala. Tomó más de dos años para que de la boca de Erick salieran algunos sonidos. Primero, gruñidos; luego, balbuceos; le siguieron palabras que tropezaban con otras. Su voz correspondía más a la de un bebé que descubre el lenguaje y no la de un hombre de 35 años de edad. “Imagínate, tratar de hacer una llamada con un cliente y que los clientes te cuelguen porque digan ‘me estás hablando borracho, no te entiendo nada’ y bueno, ahí dices ¡tengo que pensar en algo!”, narra. Inicia terapia de lenguaje Después de la depresión, Erick decidió entrar a terapia de lenguaje y luego de meses de rehabilitación, logró verbalizar sus primeros enunciados. Poco a poco dejó sus “traductores” y a las personas que, en las juntas de la empresa, tenían como trabajo ponerle voz a sus notas escritas. Volver a Zimapán, pese al secuestro, lo volvió un referente en su comunidad sobre cómo se sobrevive al crimen organizado, por lo que el Partido Acción Nacional lo invitó a participar en sus filas: luego de varias negociaciones en 2006, Erick aceptó ser el suplente del entonces candidato a diputado federal y militar Marco Antonio Peyrot, hijo del secretario de Marina en el gobierno de Vicente Fox Quesada. Parte de la decisión de convertirlo en suplente, estaba en su habla: con esa voz tartamuda, difícil de entender, hacer campaña era imposible. Aunque le dolía, Erick entendió que su lugar no podía ser frente a un micrófono arriba del templete, así que debió trabajar desde las sombras. Terminó la campaña y Peyrot ganó, pero al poco tiempo de protestar como legislador solicitó licencia al cargo para concursar por un ascenso como capitán de fragata y Erick se convirtió en diputado federal. Sin pretenderlo, lo que años de rehabilitación no lograron, lo cambió la máxima tribuna del país: Erick tuvo que hablar, presentar puntos de acuerdo, votar e intervenir en las sesiones. Y, según su partido, no lo hizo mal. Seis años después, el PAN lo buscó de nuevo para volver a la Cámara Baja, ahora como diputado federal propietario. Aún persistía la atrofia en su habla, pero sus mensajes ya eran entendibles, así que salió a la calle a hacer campaña con esa voz metálica y ritmo lento, que contrastaba con la energía de sus rivales. Contra todo lo que auguraba aquel día de mayo de 2002, el 29 de agosto de 2012 esa voz estropeada por el crimen gritó desde la curul K-373 “¡Sí, protesto!” y Erick se volvió diputado federal por segunda ocasión. Acapara San Lázaro El 30 de octubre pasado, su voz extraña acaparó de nuevo la atención del pleno de San Lázaro. Erick Marte Rivera, aquel diputado tímido de la bancada blanquiazul, sorprendió a propios y extraños al pedir turno en el micrófono. Fue su tartamudeo lo que detuvo el desorden de la sesión y causó que sus compañeros legisladores prestaran atención a su intervención: una propuesta para reformar el artículo 122 de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, para que quienes hayan participado en cuerpos de seguridad deban reportar, durante los primeros cinco años a partir de su renuncia, sus actividades profesionales. Lo explicó con esa voz estropeada que le causaron los ex policías que lo habían secuestrado: si sabemos en qué trabajan quienes han sido policías, militares, guardia, es más fácil impedir que se dediquen al secuestro; quien incumpla esta ley, pagaría con cárcel. “Hace muchos años fui víctima de un secuestro que me llevó a perder la voz durante mucho tiempo, y hoy vengo haciendo un esfuerzo extraordinario, y vengo aquí con el valor de presentar una iniciativa de ley en materia de seguridad”, explicó. En su recuerdo, Erick lo vive como un momento único, uno de esos pocos instantes en que los diputados de todos los partidos le aplauden a uno de los suyos. Al escuchar sus motivos, panistas y opositores palmearon su espalda y comprometieron su voto para apoyar la propuesta, que ya fue aprobada en la Comisión de Seguridad Pública y se espera sea aprobada definitivamente en abril. Erick, al recordar ese día, sonríe ampliamente con esa boca que todos los días trata de volver a hablar como antes, aunque el crimen la haya intentado cerrar. “Hasta me daban ganas de cantar”, dice y le vuelve a trepidar el corazón. http://www.eluniversal.com.mx/nacion/205172.html]]>
Diputado sin voz a causa de secuestro
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