El Narco ya está tomando el cine mexicano, creando un nuevo género.

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Los escritores no logran ponerse de acuerdo. ¿Hay un género en nuestro país que podría llamarse narcoliteratura o es sólo una moda macabra y pasajera?

El cine, sin embargo, parecería tener menos complejos al respecto. Duda menos cuando llega la hora de llevar el tema a la pantalla grande. Aunque no todo es oro ni todo reluce en la filmografía nacional ligada al crimen organizado.

La llamada Guerra del Narco que asoló nuestro país en el pasado sexenio otorgó materia prima suficiente a los directores nacionales. Algunos, con más o menos asertividad y suerte, recorrieron el camino de la sangre para contar algo de la cruda realidad de la que somos víctimas.

Una de las más sonadas, sin dudas, fue Miss bala, de Gerardo Naranjo, un cineasta que quiere “explicar el mundo a mi alrededor”, al tiempo de que considera que “el cine no está para dar soluciones, pues eso lo deben hacer los políticos”, según señaló en entrevista.

El también director de Dramamex y Voy a explotar, nacido en Guanajuato en 1971, está convencido de que a pesar de que sus filmes han sido recibidos con los brazos abiertos tanto en el ámbito nacional como internacional “para mí ha sido todo como una batalla”.

HISTORIA DE UNA REINA DE LA BELLEZA

Miss Bala es la versión libre de la historia real de la ex reina de belleza de Sinaloa Laura Zúñiga, quien en el 2008 fue detenida por tener nexos con el narcotráfico. La película se rodó entre Tijuana y Aguascalientes durante seis semanas.

“Para nosotros fue muy importante pensar en cómo podríamos hacer una descripción honesta del fenómeno del narco en México. Teniendo en cuenta que no nos dedicamos al crimen, me parece que la manera más decente es ver el asunto desde afuera, como un espectador. Para mí era fundamental no meternos en la psique de los asesinos, eso no me interesa”, manifiesta Naranjo.

“Lo que quería con Miss Bala es mostrar qué sucede cuando un ciudadano normal entra en contacto con un criminal. Mi voz cinematográfica es una voz alternativa. Las cosas “artísticas” que se han hecho alrededor del tema del narcotráfico han sido hasta ahora como una especie de apología que hace ver al narco como una persona “buena onda”, lo que refleja una falta de compromiso con quienes somos en realidad”, agrega.

“Los mexicanos estamos acostumbrados a la incertidumbre, cuando aparece una camioneta blindada a nuestro paso, no sabemos si adentro va un narco o un diputado nominal al que le estamos pagando y abusa de nosotros”.

EL INFIERNO DE LUIS ESTRADA

Un cineasta sin dudas seguido y admirado por el espectador mexicano es Luis Estrada. Implacable en su mirada crítica de nuestra realidad, el director nacido en Ciudad de México en 1962 rueda en estos momentos El cuarto poder, una exploración entre la relación que existe entre los medios de comunicación y la política en México y para la que volverá a contar con los buenos oficios de su actor fetiche Damián Alcázar.

Ha sido El infierno, su laureado filme de 2010, tercera parte de la trilogía que inició con la Ley de Herodes e incluyó Un mundo maravilloso, con el que Estrada se centró en el mundo del crimen organizado y los efectos de la guerra del narco, contando la historia de Benny, un deportado que no pudo cumplir su sueño americano y que al regreso a su país comienza a vivir el sueño falso y peligroso derivado del delito y la corrupción.

La película, que fue lanzada con el subtítulo “Nada que celebrar” durante los festejos del Bicentenario, a nadie dejó indiferente. En la ceremonia del Ariel de 2011 se alzó con 9 estatuillas y estableció un récord interesante para un filme de buena manufactura e importante elenco: hizo centro en una temática que antes era sólo tratada por productos bizarros y de bajo presupuesto y logró llevar una gran cantidad de espectadores a las salas.

Estrada suele defenderse y perder un poco la paciencia cuando se dice que El infierno es una película sobre el narcotráfico.

“Lo que nos movió a escribir la historia y filmarla fue cómo la sociedad en su conjunto va a asimilar todo lo que ocurre. Lo que más me preocupa, lo más grave, son esas generaciones que están creciendo en este entorno, porque la corrupción y la desigualdad social vienen emparejadas con la impunidad”, señaló en una entrevista para la Jornada, llevada a cabo por el periodista Jorge Caballero.

LA BALA MORDIDA DE DIEGO MUÑOZ

Bala mordida, de Diego Muñoz, protagonizada por Miguel Rodarte y Damián Alcázar, es una especie de juicio y denuncia de la corrupción policial, una de las patas en las que se asienta el gran desarrollo que ha cobrado el narcotráfico en nuestro país.

Por supuesto, el filme no fue del agrado de las fuerzas policiales del Distrito Federal, el territorio donde transcurre la historia y fue el actor Damián Alcázar quien en diversas entrevistas dijo que Bala mordida es “sólo un cuento superficial sobre unos policías, que no son todos, porque también hay gente muy respetable en las corporaciones policiacas”

La relación de los agentes del orden con el narcotráfico es solo un aspecto de la película, cuyo verdadero valor consiste en mostrar las condiciones absolutamente desventajosas en que la policía debe realizar sus tareas, un espacio fértil para que aniden en él todas las tentaciones posibles.

DÍAS DE GRACIA, DE EVERARDO GOUT

“Días de Gracia es una carta de amor a mi país”, dijo Everardo Gout cuando presentó su ópera prima.

“La película vino de mi gran amor hacia el país, de la tristeza y el miedo a la violencia. De ver cómo se propaga como fuego a lo largo de todo México. Mi único deseo es aportar con mi trabajo a que este país sane desde sus entrañas”, manifestó acerca del filme que explora la naturaleza humana expuesta al crimen y la violencia.

El filme protagonizado por el joven actor Tenoch Huerta fue aclamado en el Festival de Cannes y es la primera criatura de un cineasta que dejó la publicidad para dedicarse de lleno a su pasión.

El miedo a perder a un ser querido a causa de un secuestro, la corrupción policial por parte de agentes que inician su trabajo con buenas intenciones pero que no sobreviven a la presión del dinero fácil, recorren una historia de rehenes y captores, en el marco de la fiebre futbolera que vive nuestro país durante los mundiales de futbol.

EL VELADOR, DE NATALIA ALMADA

Todas las noches, Martín, un velador de cementerio, vigila los extravagantes mausoleos de los más conocidos narcotraficantes. Este filme sobre la violencia sin violencia nos recuerda cómo, en el momento más sangriento en México desde la Revolución, la vida sigue y en silencio desafía a la muerte.

El velador, documental de Natalia Almada que transcurre en un cementerio de Culiacán adonde van los cadáveres de jóvenes abatidos por el narco o el ejército, es un testimonio estremecedor de eso que los poderes han llamado “daños colaterales”, que no son otra cosa que generaciones perdidas casi en su totalidad en un mar de sangre donde lo absurdo adopta el color de la tragedia.

 

Con información de: Pulso

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