El señor intocable

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En nuestra historia política el fuero tiene un origen estamental y de discriminación, por eso su eliminación fue reivindicada por los más ilustres insurgentes. Cuando fueron reconocidos en el ámbito constitucional (1824) se hizo para proveer a los funcionarios del Estado de una protección jurídica que les asegurara condiciones idóneas para el ejercicio de sus responsabilidades. Para muchos, esta distinción procesal para los gobernantes fue considerada una condición de privilegio y excepción ante la Ley.

             A partir de la alternancia y la vigorización de la libertad de expresión, la difusión mediática de los excesos de algunos gobernadores, senadores, diputados federales, o presidentes municipales, lograron que el fuero se percibiera como una charola omnímoda para abusar del poder. En el priato estos regodeos de impunidad ocurrían en la secrecía de los pactos de cloaca. Recientemente, la Cámara de Diputados aprobó la reforma constitucional federal que eliminó el fuero para los altos funcionarios que amparaba. Penosamente, esa medida que aparentemente pretendía eliminar una diferenciación injusta, la hizo aún más evidente al mantenerse únicamente para el caso del Presidente de la República, cortesía de los correligionarios de Peña Nieto. La igualdad jurídica es una garantía que para ser efectiva debe implicar una observancia general. Disponer para los gobernantes un procedimiento especial para someterlos a proceso penal, era una distinción que se entendía en la lógica del poder, pero no en la vigencia de los derechos, pero no se deben omitir las visiones que resultan coincidentes con la de Ignacio Burgoa, uno de los más grandes constitucionalistas mexicanos, quien sostuvo que el fuero “no estriba tanto en proteger a la persona del funcionario sino en mantener el equilibrio entre los poderes del Estado para posibilitar el funcionamiento normal del gobierno institucional dentro de un régimen democrático”. Mientras la procuración de justicia no sea autónoma y no se consolide plenamente la independencia del Poder Judicial con relación al Poder Ejecutivo, la posibilidad de usar con criterios político-partidistas el aparato de justicia del Estado en contra de alguno de sus miembros incómodos se vuelve un riesgo latente, máxime cuando los tiempos de partido hegemónico parecieran estar de regreso. Frente al riesgo de la restitución del autoritarismo postdemocrático, la alegría unánime que produjo la eliminación del fuero debería merecer un análisis ponderado y memorioso que recuerde la falta de escrúpulos de algunos gobernantes que encarcelan como vendetta política aunque luego sus acusados sean declarados inocentes. En la Asamblea Nacional de su partido Enrique Peña Nieto arengó a sus camaradas diciendo que en México ya no hay intocables. Regla de oro del presidencialismo: él es la excepción que  confirma la regla.]]>

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