Astrolabio
La Cruzada Nacional contra el Hambre (CNCH) es el programa emblema de combate a la pobreza alimentaria de la administración de Enrique Peña Nieto, fue presentada el 21 de enero en Las Margaritas, Chiapas, y se define en su decreto de creación como “una estrategia de inclusión y bienestar social, que se implementará a partir de un proceso participativo de amplio alcance cuyo propósito es conjuntar esfuerzos y recursos de la Federación, las entidades federativas y los municipios, así como de los sectores público, social y privado y de organismos e instituciones internacionales”.
No reseñaré todas las características de la misma, pero he de decirle que sus elementos más distintivos son radicalmente diferentes a todos los programas que habían venido implementándose con este propósito, sin embargo, desde un análisis de política pública puede decirse que en su diseño, el programa representa una regresión que elimina todos los avances de política social en los últimos 30 años. Argumentaré porque:
Regresa la visión redentorista, providencialista y asistencialista tan característica de los gobiernos priístas. Expertos en el arte de lucrar con las necesidades sociales a cambio de corporativizar los apoyos y adhesiones a través de estrategias que como ésta, mantienen márgenes amplísimos de usufructo electoral y de alianzas con gobiernos locales a cambio de los favores políticos para quien controla el flujo de los recursos.
Incorpora en su etapa inicial 400 municipios de forma arbitraria, hay muchos que mantienen condiciones de pobreza extrema pero no fueron incluidos, mientras que otros que tienen indicadores de pobreza muy bajos sí serán beneficiarios. (Por ejemplo, en el caso de San Luis Potosí, Villa de Ramos y San Antonio en los que según el Informe de Pobreza y Evaluación del CONEVAL del 2012 el 88% de sus habitantes viven en condición de pobreza no se encuentran incluidos, mientras que la Capital del estado que tiene los mejores indicadores de desarrollo humano sí lo está). Es evidente que las entidades beneficiarias se seleccionaron con un criterio electoral y discrecional que no permitirá establecer una meta medible y presentable socialmente hablando.
Para implementar esta cruzada se está disminuyendo el presupuesto asignado a otros programas sociales como OPORTUNIDADES, a través de la exclusión de beneficiarios a partir de la aplicación de criterios rigoristas, particularmente hostiles en los lugares en los que el PRI no tiene parcelas electorales.
Se olvida de la focalización lo que es grave en dos sentidos, primero porque carece de una metodología que permita ubicar a los pobres que realmente necesitan del apoyo pues carece de un apartado metodológico que relacione el diagnóstico e identificación de los beneficiarios con las acciones concretas que van a llevarse a cabo, y en segundo lugar, porque si los recursos no se usan de forma estratégica, consistente y en una población objetivo medible, en el corto plazo todo el recurso erogado acabará disperso, y susceptible de entregarse a través de condicionamientos partidistas, tal como lo vimos con cinismo y descaro en el caso de Veracruz.
Si usted entra a la página oficial del programa (www.sinhambre.gob.mx) se dará cuenta que el programa es una catapulta a la vanidad a través de videos, fotografías, declaraciones insulsas, testimonios y agradecimientos a la imagen personal de la Secretaria Rosario Robles, eso sin contar con el mural, el concurso de fotografía, el concierto, el concurso de cortometraje, los wallpapers, el avatar para Twitter, los contenidos descargables para Facebook, etcétera, etcétera, etcétera. Todo un merchandise de pobretología en el que se despoja a la desnutrición de su perspectiva de derechos, y lejos de darle a este problema social un tratamiento de política pública y respeto a la dignidad de las personas, más bien parece la promoción de una campaña caritativa maquilada corporativamente por Televisa. Claro, con una perfectamente bien pensada perspectiva de lucro político.
Una vez más, la política social de combate a la pobreza se asocia a un hipócrita altruismo de Estado que como ya lo hizo Peña Nieto en campaña a través de las tarjetas MONEX, pretende comprar las conciencias de los mexicanos más pobres poniendo algo de alimento en sus mesas, pero esta vez a costa de recursos públicos.
La corresponsabilidad de programas como Oportunidades de llevar a las niñas y los niños a las escuelas de forma obligatoria; acudir a consulta y recibir capacitación en higiene, hábitos sanos, y salud reproductiva; darles a los infantes los suplementos alimenticios; la contraloría social, y la perspectiva de género al trabajar directamente con mujeres madres de familia y no con varones, no forman parte de la Cruzada contra el Hambre. Estorban al verdadero propósito de la Cruzada Nacional por los Votos.
La inanición crónica en la que se encuentran millones de familias mexicanas merecería ser atendida como la principal prioridad del Estado mexicano y ser dirigida por funcionarios públicos honestos, profesionales y capaces; y no como ha ocurrido, perfilada sólo con un afán de legitimación mediática y personal, y usufructuada por glotones electorales que sólo saben de fagocitar las necesidades de los pobres para saciar apetitos electorales. El hambre es cabrona y Peña Nieto tiene mucha.
Oswaldo Ríos.
Twitter: @OSWALDOR10S