Entre ofrendas y ceniza, pero sin miedo: así viven las personas cercanas a las faldas del volcán Popocatépetl

Puebla, Tlaxcala, Morelos y la Ciudad de México poseen un atractivo natural que embellece parte de sus paisajes, uno de los volcanes más grandes y temidos: el Popocatépetl. Su majestuosidad es equiparable a su peligrosidad, pero eso no impide que las personas quieran ver de cerca al protagonista de una de las leyendas más bonitas de México, incluso hay algunos que lo escalan. Sin embargo, hay algunos que todos los días lo ven y están acostumbrados a su actividad, aquellos que habitan en sus faldas. 

Los jóvenes aseguran que no pasara nada con el incremento de actividad del volcán. Foto: Cuartoscuro

Mientras los habitantes de los estados cercanos a Don Goyo sienten pánico pensando en una posible erupción, quienes despiertan y duermen con él de fondo consideran que solo es una fase de su acostumbrada actividad, por lo que no tienen miedo y continúan su vida normal. Se mantienen alertas pues la ceniza que cae en exceso sí afecta sus vías respiratorias y ojos, pero no creen que pase más de lo que ocurre en la actualidad. 

Hace honor a su nombre, pues en náhuatl significa montaña humeante, pese a ser considerado una de las mayores amenazas de la naturaleza, muchos son los que se refieren a él con un diminutivo, diciéndole simplemente “Popo”, pues es parte de su vida. Su gemela, la mujer dormida llamada Iztaccíhuatl, también hace honor a su nombre y aunque también domina el paisaje, no impone el mismo temor.

Una vida sin miedo 

Mientras los medios de comunicación hacen una cobertura completa en los pueblos aledaños a Don Goyo, sus habitantes demuestran que ni las explosiones pueden detenerlos, pues la vida sigue, ellos deben continuar, no pueden parar sus actividades, aunque algunas sí se ven muy afectadas por la situación. Desean que la actividad volcánica pare, pero no por miedo, sino para que su economía no se resienta más.  

Con el guerrero que vela el sueño de su princesa de fondo, los habitantes de Santiago Xalitzintla, Puebla, realizaron el martes 23 de mayo su fiesta patronal, fue como cualquier otra, aunque con una petición, que el Popocatépetl pare su actividad. Niños y adultos llevaban enormes adornos florales, bailaron, quemaron cohetes y el tradicional torito. 

La fiesta patronal se realizó con normalidad. Foto: AFP. 

La periodista Claudia Espinoza, recogió algunos testimonios de pobladores de las zonas aledañas, como el de Rocío Tequitlalpa, vecina de San Nicolás de los Ranchos, donde la caída de ceniza, los tremores volcánicos constantes y la sensación de riesgo permanente, son parte de su día a día. Ella asegura que una persona que no es originaria de la zona, al llegar la noche, saldría corriendo, ya que el volcán “zumba como una olla exprés”.

Para ella, como para varias familias, ahí está toda su historia: en medio de la ceniza y de los pequeños temblores se desenvuelven sus actividades diarias, porque es en este lugar donde nacieron sus padres y sus abuelos, y también los abuelos de éstos. 

Don Goyo ha causado movilidad. Foto: AFP. 

De vuelta al cubrebocas

La mayoría de los habitantes aseguran no tener miedo, les han dicho que en caso de erupción deben evacuar, algunos saben a dónde ir, qué documentos llevar, otros se muestran renuentes a dejar su hogar, sus pertenencias, sus animales.

Pero las últimas horas han sido de mayor actividad, la ceniza cae constantemente, los ojos pican, la nariz y garganta también. Se les pidió volver al uso de cubrebocas, muchos ya volvieron a ponersélo al salir a las calles, otros se muestran renuentes, pues se sentían liberados después de la pandemia de Covid-19. 

La ceniza nubla el ambiente. Foto: AP. 

El volcán como eje de vida

Las personas que se establecieron en las laderas del volcán -muchas de ellas de comunidades indígenas- saben lo que es tener un coloso de esa magnitud de fondo, por eso basan gran parte de su vida en él, que pareciera ser parte de su familia.  Don Goyo influye de manera directa en la reproducción campesina de las comunidades, pues puede traer la lluvia, detenerla, evitar plagas y generar buenas cosechas para los pueblos. 

Más allá de la perenne sabiduría indígena, el Popo si tiene esas propiedades que se le atribuyen debido a que la ceniza volcánica actúa como fertilizante, fomentando la vida de fauna y flora de su hábitat.

El Popo es un eje de vida. Foto: AP. 

Millones de personas en riesgo

Con sus 5452 metros de altura sobre el nivel del mar y su majestuosa y ancestral belleza, el Popocatépetl representa un riesgo para 25 millones de personas (en caso de hacer erupción). La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) identifica cinco entidades que son las más vulnerables ante este escenario: Estado de México, Puebla, Morelos, Ciudad de México y Tlaxcala.

El Popo, que a lo largo de su historia, ha hecho numerosas erupciones menores, algunas mayores y ha producido algunos grandes eventos paroxismales, que son los de mayor peligrosidad porque liberan mucha energía en corto tiempo, es un estratovolcán maduro -lo que quiere decir que se formó a partir de varias capas de lava solidificada y de cenizas volcánicas, propulsadas en las sucesivas explosiones volcánicas- que tiene la capacidad de permanecer en calma por periodos largos evolucionar hacia fases más peligrosas.

El Heraldo de México

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