Más que correcto es “lenguaje hipócrita”

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gays o bullying al acoso y maltrato constantes ¿sirve de algo?, ¿cambia la realidad? “No me agrada ninguna de esas palabras o expresiones porque no hacen falta. Rechazo enteramente ese lenguaje, porque es eufemístico e hipócrita. No lo llamaría ‘políticamente correcto’, sino hipócrita.

Es decir, yo soy viejo y no me consuela nada que me llamen ‘adulto mayor’ y menos todavía ‘adulto en plenitud’. Los viejos somos viejos, los ciegos son ciegos, los inválidos son inválidos y los negros son negros”, afirma tajante el académico de la lengua Felipe Garrido.
El escritor y editor agrega que en México la palabra “negro” nunca ha sido despectiva ni insultante. “Es hasta cariñosa, nosotros decimos ‘mi negra’ y ‘mi negro’. Y llamarles afroamericanos o ‘gente de color’ es comprar un pleito que no es nuestro. Si en Estados Unidos necesitan suavizar esa injusticia que por tanto tiempo cometieron, pues allá ellos”. El director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua aclara que palabras como gay o bullying se van imponiendo porque van siendo necesarias. “En cierto momento, como otras maneras de llamar a los homosexuales sonaban más agresivas, gay se volvió socialmente aceptada. Usémosla pero sin eliminar otras, porque puede haber muchas necesidades expresivas”. Y en el caso de bullying, añade, “entró porque no teníamos palabras específicas para denominar ese acoso tan fuerte y constante. Es decir, quizá burla o maltrato no bastaban. Mientras exista la práctica quizá hace falta para no equivocarnos o confundir”. Por su parte, Héctor Anaya, estudioso de las etimologías y del uso de las palabras a través de la historia, considera que, más que “políticamente correctas”, estas expresiones y vocablos son “hipócritamente correctos”. “Hay muchas palabras que no deberían cambiar su sentido, porque reflejan una realidad que queremos eludir. No se trata de eludirla, sino de enfrentarla. ¿Qué es eso de ‘personas con capacidades diferentes’? Eso no define a nadie, pues todos tenemos capacidades diferentes. Hay muchas palabras que sólo muestran esa hipocresía moral.” “Corrigiendo” a la literatura. Títulos que deberíamos cambiar. Los miserables, de Víctor Hugo,  por Gente en  situación de calle. El manco de Lepanto, apodo que recibió Miguel de Cervantes, por “Persona con capacidad diferente de Lepanto”. El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, por El adulto mayor y el mar. Tres canciones de Francisco Gabilondo Soler, Cri criLa muñeca fea aLa muñeca de belleza inferior a la media;Negrito sandía a Afroamericano sandíay, La negrita cucurumbé a Chica de color cucurumbé. El autor del diccionario El arte de insultar detalla que “negro” ha sido proscrita y ahora se les dice “gente de color”, cuando “sabemos que el negro es la ausencia de color, cómo se puede decir esto. También ese otro absurdo de ‘niño en situación de calle’, cuando cualquier niño que va al cine con sus padres está en situación de calle. Muchas son malas construcciones”. El también editor y escritor dice que este tipo de expresiones se les ocurre, fundamentalmente, a los gobernantes, “que quieren dorarnos la píldora”; y señala que los medios de comunicación se encargan de divulgar “estas incongruencias que sólo quieren halagar a las personas, pero sin resolver su problemática. Son las apariencias del lenguaje, porque en la realidad no se respeta al otro, al diferente, y la discriminación y la intolerancia siguen existiendo”. Anaya considera que es vital cuidar las palabras que usamos. “Hay que tenerles miedo. Es lo único que nos queda a quienes no queremos usar las armas. La palabra sigue siendo un revólver cargado y tiene una fuerza que muchas manifestaciones no tienen. Por eso, hay que respetarlas”. Sin embargo, Felipe Garrido pide que no nos preocupemos por estos vocablos. “Las palabras que el idioma necesita las va tomando de donde estén. Unas tienen fortuna y se quedan, otras después de un tiempo se rechazan. Eso pasa en cualquier lengua y el hablante es quien decide, no la Academia de la Lengua, pues ésta no aprueba nada, sólo estudia la forma en la que los hablantes usan el idioma”. Añade que la sintaxis y la ortografía de la lengua pueden vigilarse, decir si está mal o bien. “Pero el léxico, el habla, la determina el hablante. Si una palabra no hace falta desaparecerá. Las lenguas se defienden solas de echarse a perder. Las palabras nuevas son como recién llegados a una fiesta, si caen bien se quedan, si no, ellas solas se van”. Y dice que es normal que cada vez se incorporen al habla nuevas palabras. “En este momento de hiper-globalización, de comunicación constante a través del Internet y de las redes sociales, la evolución de los idiomas se ha vuelto terriblemente acelerada. Pero no hay nada de qué preocuparse, la lengua es un mecanismo vivo y en constante movimiento”, concluye.       http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/07/06/907551#.UdgSgEqATzY.twitter]]>

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