En las últimas cuatro décadas la mayoría de los rectores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han mantenido una relación cercana con los presidentes de México, que los han sumado a sus gobiernos. Guillermo Soberón con Miguel de la Madrid, Jorge Carpizo con Carlos Salinas Salinas, José Sarukhán con Vicente Fox, José Narro Robles con Enrique Peña Nieto y Juan Ramón de la Fuente con Andrés Manuel López Obrador.
El Presidente López Obrador ha criticado en día pasados cómo la Universidad se ha “derechizado” y ha mantenido al interior de las facultades a funcionarios conservadores. El planteamiento del mandatario federal ha generado un aluvión de críticas y ha sido visto como una embestida hacia la UNAM, institución de la que es egresado.
No obstante, la Universidad se ha manejado a lo largo del tiempo mediante criterios políticos y muestra de ello es la trayectoria que han tenido en la administración pública federal los rectores a lo largo de la vida de la institución, por ejemplo de los 33 que ha tenido 26 han desempeñado un cargo público, en gran parte a que la autonomía se obtuvo hasta 1929 y a que los lineamientos que rigen a la fecha a la institución fueron establecidos en 1945, cuando el rector era Alfonso Caso.
Más recientemente, a partir de la década de 1980, durante el mandato de Miguel de la Madrid (1982-1988), en cuya administración se estableció la política neoliberal, la politización de la institución ha sido clara con algunos de sus rectores ocupando puestos clave en el Gobierno federal, salvo Octavio Rivero Serrano y el actual rector Enrique Graue.
El último de ellos fue el doctor José Narro Robles quien estuvo al frente de la máxima casa de estudios del país del 13 de noviembre del 2007 al 2011 y en un segundo periodo del 10 de noviembre de ese año hasta el 2015; meses después se sumó al Gobierno de Enrique Peña Nieto en la Secretaría de Salud. Narro Robles incluso contendería —sin éxito— en marzo de 2019 por la dirigencia del PRI, candidatura que abandonaría y que lo llevaría incluso a renunciar a su militancia después de 46 años.
Al momento de sumarse al Gobierno de Peña Nieto, Narro Robles ya contaba con una trayectoria como funcionario federal. Fue secretario general del IMSS y subsecretario subsecretario de Gobierno en el Gobierno de Carlos Salinas. Posteriormente, en la administración de Ernesto Zedillo fue subsecretario de Salud.
Ahora el exrector y exfuncionario priista se ha vuelto una de las voces más críticas hacia el Gobierno de López Obrador. Ha sido uno de los principales actores que ha cuestionado el manejo de la pandemia, al frente de la cual ha estado el polémico Subsecretario Hugo López-Gatell.
Recientemente, salió a responder los señalamientos que hizo el Presidente sobre la UNAM. “La UNAM tiene un compromiso con el país, lo ha demostrado en un momento y en otro; con un Presidente y con otro, pero lo ha demostrado siempre con la sociedad”, dijo en entrevista con la periodista Azucena Uresti en Radio Fórmula, dando luz precisamente a la relación entre esta institución y el Ejecutivo federal.
Al igual que él, otros rectores han tenido un paso, ya sea antes o después de haberse desempeñado al frente de la UNAM, en la política mexicana.
GUILLERMO SOBERÓN Y LA INJERENCIA
“Para moverme en este Gobierno, lo primero que debo tener es la confianza de la sociedad, y la Universidad es muy importante para mí. A usted le tienen confianza, eso está demostrado. Para llenar las posiciones de mi gabinete tengo a la vista tres o cuatro personas por cada posición, pero para ocupar la posición de rector la Junta de Gobierno sólo tiene una de su estatura: usted mismo. Conozco cuánto ha pasado y sé que hay otros candidatos. […] Le pido que acepte para que pueda luego tener un interlocutor de confianza. Apóyeme en esto. Vamos a hacer un pacto de caballeros: si usted acepta, en correspondencia le voy a dar todo el apoyo que necesite para la Universidad, yo me comprometo”.
Las palabras son del Presidente José López Portillo (1976-1982) y corresponden a la plática que sostuvo con Guilermo Soberón, quien había declinado a reelegirse como rector de la UNAM luego de haber ocupado este cargo, en un primer periodo, del 3 de enero de 1973 al 3 de enero de 1977, pero que a petición del mandatario federal tuvo que acceder a un segundo mandato de esta última fecha al 2 de enero de 1981, según confesó el propio Soberón en su libro El médico, el rector (Fondo de Cultura Económica).
“Si a uno le piden algo y al mismo tiempo le tocan el Himno Nacional, pues ni modo de negarse”, recuerda que dijo Soberón a su esposa luego de haber aceptado la reelección como rector a petición del Presidente López Portillo, una situación que él mismo señala le valió críticas de la prensa en aquel entonces: “Dijeron que todo respondía a intereses creados y a la cuestión aquella del ‘hueso’ en el gabinete presidencial, y yo ya no podía negar lo que pareció evidente. Las razones de peso que había esgrimido tenazmente para rechazar la postulación, ésas nunca trascendieron. Así se hace la historia”.
Al finalizar su segundo periodo como rector, Soberón accedió a petición del Presidente López Portillo a realizar un diagnóstico del sector salud que sería presentado al Presidente electo Miguel de la Madrid, quien pediría a Soberón sumarse a su Gobierno en la Secretaría de Salubridad, cargo que desempeñó a lo largo de toda la administración.
Durante su paso por la administración de De la Madrid, Soberón recuerda en su libro cómo desde el Gobierno federal el entonces Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, buscó influir para que fuera reelecto Octavio Rivero Serrano, de quien el propio Guillermo Soberón cuestionó su sumisión al Gobierno. El emisario, recuerda, para que influyera en el proceso de sucesión de la UNAM fue el entonces Secretario de Educación, Jesús Reyes Heroles. Sobre ese episodio, Soberón escribe:
“A mediados de noviembre me habló don Jesús Reyes Heroles, que era Secretario de Educación, para decirme que deseaba conversar conmigo. […] Fui a su despacho, donde me dijo que el Presidente De la Madrid le había encargado buscarme porque el Gobierno apoyaba a Rivero. Era la primera ocasión en que yo me enteraba de que el Gobierno intentaba inmiscuirse en tan trascendentes decisiones. Me pidió que hablara con (Jorge) Carpizo y (Jaime) Martuscelli (candidatos a la rectoría), ya que eran mis amigos. Le contesté que, en primer lugar, me parecía muy mal que el Gobierno se metiera porque pasaba por encima de la autonomía universitaria; en segundo lugar, le dije que la elección era pésima; en tercero, que como funcionario gubernamental —era Secretario de Salud— hablaría con mis amigos para decirles que el Gobierno respaldaría a Rivero porque era importante que lo supieran, pero que no les daría opinión alguna y menos una sugerencia sobre su forma de proceder. Si el Gobierno había decidido intervenir se las tenía que arreglar solo. Reyes Heroles me aseguró que estaba de acuerdo conmigo en que la reelección de Rivero era inadecuada. ‘Soy amigo de Carpizo y reconozco sus méritos —agregó—, pero Bartlett es quien ha promovido el apoyo gubernamental a Rivero. No tengo intenciones de comprarme un pleito con él’”.
Soberón llevaría su planteamiento al Presidente De la Madrid a quien le diría que no se inmiscuiría en el proceso, algo que el mandatario aceptó. Y también habló con Bartlett, quien —recuerda— enfureció cuando le advirtió que no metería las manos para que Rivero se reeligiera al frente de la UNAM.
Finalmente, tras una votación apretada entre Carpizo y Martuscelli, el primero llegaría a la rectoría de la UNAM.
En lo que respecta a Soberón, en fechas recientes fue de los otros exfuncionarios que cuestionó el manejo que ha dado el Gobierno de López obrador a la pandemia de la COVID-19. El doctor Soberón falleció el pasado octubre de 2020. Su gestión al frente de la UNAM se distinguió por el Programa de Descentralización de Estudios Profesionales, a partir del cual se creó la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP), con sus planteles en Cuautitlán, Acatlán, Iztacala, Aragón y Zaragoza, y atendió la demanda de educación superior en la zona conurbada de la Ciudad de México.
CARPIZO Y EL SALINISMO
Otro rector que ha tenido una influencia importante tanto en la Universidad como en el Gobierno federal fue Jorge Carpizo McGregor, reconocido en la academia como uno de los principales constitucionalistas del país y por la trascendencia que tuvo su libro El presidencialismo mexicano (Siglo XXI Editores), en el cual buscó responder la cuestión de “qué es realmente el régimen presidencialista mexicano” y en el que acuñó el término “facultades metaconstitucionales” para explicar el predominio en México del Poder Ejecutivo sobre el Legislativo y el Judicial.
Paradójicamente, Carpizo McGregor formó parte del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), uno de los mandatarios que ha concentrado más poder y cuya administración estuvo marcada en un inicio por el fraude de 1988 al candidato de las izquierdas el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas —la llamada caída del sistema decretada por Manuel Bartlett, Secretario de Gobierno de Miguel de la Madrid y actual director de la Comisión Federal de Electricidad—, y a lo largo de su mandato por actos como el levantamiento zapatista y el asesinato del candidato presidencial oficialista Luis Donaldo Colosio y del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, cuñado de Salinas.
A ese Gobierno priista se incorporó Jorge Carpizo McGregor. Previo a ello, al inicio del salinismo Carpizo fue designado Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, luego de haber ocupado entre enero de 1985 y enero de 1989 la rectoría de la UNAM. Su reelección como rector no pudo materializarse a causa del movimiento estudiantil que tuvo lugar entre 1986 y 1987 cuando pretendió aumentar las cuotas y eliminar el pase automático de bachillerato a licenciatura.
Para 1990, ocupó la titularidad de la recién creada Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en la cual estuvo hasta 1993 para ingresar al frente de la Procuraduría General de la República (PGR) de enero de 1993 a enero de 1994, tiempo en el cual pasaría al frente de la Secretaría de Gobernación (Segob), cargo en el cual le tocó vivir desde una posición clave la imagen de un Gobierno asediada por el levantamiento zapatista en Chiapas y los asesinatos del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio y del secretario general del partido, José Francisco Ruiz Massieu.
Desde ese mismo cargo condujo la elección de 1994 —marcada por el magnicidio de Colosio— y como presidente del Consejo General del Instituto Federal Electoral negoció con el PAN y el PRD la ciudadanización del organismo.
De su paso por la Procuraduría General de la República ha sido cuestionado su papel por la explicación que dio en televisión del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el cual siempre atribuyó a una confusión de los hermanos Arellano Félix al querer asesinar a Joaquín “El Chapo” Guzmán. La conocida versión “Nintendo”.
Esta postura fue desestimada por la Iglesia mexicana, sobre todo por el sucesor de Posadas Ocampo, Juan Sandoval Iñiguez —con quien Carpizo sostuvo importantes diferencias a lo largo de los años—, quien señaló en todo momento que el asesinato era un crimen de Estado en el que apuntó a los vínculos de políticos mexicanos con capos del narcotráfico.
Ya en el Gobierno de Ernesto Zedillo fue nombrado Embajador en Francia, representación en la que estuvo del 17 de julio de 1995 – 7 de septiembre de 1995.
Carpizo falleció el 30 de marzo de 2012 en la Ciudad de México por complicaciones médicas preoperatorias. En sus últimos días regresó a la academia, en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
En su gestión frente a la Universidad, Carpizo presentó el diagnóstico titulado Fortaleza y debilidad de la UNAM a partir del cual buscó hacer una reforma dentro de la UNAM que contemplaba establecer promedios mínimos de calificación para tener derecho al pase automático del bachillerato a la licenciatura; un tiempo máximo para ser considerado alumno regular, así como el aumento de las cuotas. En respuesta, se integró el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), un movimiento de protestas que no se había visto en ese entonces desde las manifestación de 1968 y cuya magnitud pudo detener la Reforma de Carpizo.
SARUKHÁN Y LOS 3 PRESIDENTES
José Sarukhán tomó posesión como rector el 2 de enero de 1989, cargo que desempeñó en dos periodos, los cuales culminaron el 6 de enero de 1997. Al igual que con Jorge Carpizo, el secretario general de la UNAM en aquella época fue el doctor José Narro Robles. Su gestión en la casa de estudios dio un vuelco cuando propuso un esquema de cuotas diferenciadas, el cual a su vez fue comentado, con el Gobierno de Carlos Salinas, quien en un primer momento aceptó la idea, pero que ante el escándalo mediático y las movilizaciones estudiantiles que suscitó el planteamiento terminó por llamar al rector a una reunión en la residencia oficial de Los Pinos:
“En ella se encontraban, acompañando al Presidente Salinas, el Secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios; el Secretario de Educación Pública, Ernesto Zedillo Ponce de León, y el Jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís. El Presidente Salinas tomó la palabra, me agradeció haber aceptado su invitación y fue de inmediato al grano. Estaba preocupado por la posibilidad de que las manifestaciones que se habían dado en las calles en contra de las cuotas se complicaran, ya que podrían afectar el proceso electoral en Michoacán, que debía realizarse en unos cuantos meses más”, narra el propio Sarukhán en su libro de memorias Desde el sexto piso (Fondo de Cultura Económica).
Sarukhán reseña en el mismo texto cómo Manuel Camacho Solis, quien por aquel entonces se perfilaba como uno de los principales candidatos a suceder a Salinas, insistió en aquella reunión que lo sucedido en la UNAM podría complicar las próximas elecciones estatales, una situación que él atribuyó a que había un acuerdo entre Camacho “y algunos de los grupos que promovieron originalmente al CEU”.
“Después de un buen rato de la confrontación narrada, el Presidente Salinas me dijo que tenía frente a mí los argumentos de sus colaboradores y que yo juzgase, para bien del país, si era conveniente seguir o no con el proceso de revisión de cuotas que había iniciado. Dijo que de ninguna manera él trataría de influir en una decisión que le correspondía al rector de la UNAM”, prosigue en su relato Sarukhán para revelar que luego de contemplar su renuncia y de hacer públicas las presiones del Gobierno, optó por “velar por el bien de la institución” y el 2 de julio de ese año canceló su propuesta.
En sus memorias, destaca el trato con el Presidente Salinas, con quien refiere que tuvo una “fluida comunicación”, y refiere que si bien con Ernesto Zedillo tuvo algunas fricciones cuando estuvo al frente de la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) éstas no trascendieron a más. “En una cena en mi casa cuando aún era él secretario de la SPP, con algunos de mis colaboradores y con mi esposa Adelaida, él y su esposa, Nilda Patricia, fueron tan vehementes en sus críticas a la educación superior pública, a la UNAM y al IPN, que la reunión se tornó tensa y yo no veía la forma y el momento de que terminara lo que parecía un fallido convivio de acercamiento”, recuerda por ejemplo. Todo cambiaría con la llegada de Zedillo a la SEP y su posterior victoria como Presidente de México, ya que aunque en temas presupuestarios la difícil situación económica del país, indica, impidió que hubiera mejores apoyos económicos.
Tras dejar la rectoría de la UNAM, Sarukhán fue invitado a formar parte del primer gobierno de transición, el cual lideró Vicente Fox y que estuvo marcado por el incumplimiento de un cambio, que muchos han observado que significó la continuidad del mismo modelo político implementado hasta la fecha.
El exrector se sumó al Gobierno de Vicente Fox como Comisionado para el Desarrollo Social y Humano en el gabinete presidencial entrante, puesto al que renunció en febrero de 2002. Posteriormente señalaría que algunos de los motivos de su salida coincidían con los expuestos por Alfonso Durazo que dejaría la secretaría particular y la dirección de comunicación social de Presidencia haciendo algunas críticas sobre la conducción de esa administración.
FRANCISCO BARNÉS Y LA HUELGA
En enero de 1997 fue nombrado rector Francisco Barnés de Castro, quien estuvo en este cargo sólo por dos años a causa de la huelga que estallaría en la UNAM por el plan de reforma que emprendió y que consistía en un aumento en el pago de cuotas por concepto de inscripción, pago semestral y otros servicios, la cual se extendería por casi un año.
Barnés pasó de la administración pública federal a la máxima casa de estudios. Él se desempeñó en el Gobierno de Ernesto Zedillo como Subsecretario de Energía y como director general del Instituto Mexicano del Petróleo antes de asumir la rectoría.
Un día después de asumir al frente de la UNAM, Barnés anunció que pondría a revisión el pase automático y el aumento de las cuotas, temas que en el pasado habían causado encono entre la comunidad universitaria. Para febrero de 1999 el planteamiento tomó forma y detonó el llamado a huelga de abril de ese año.
La investigadora Marcela Meneses Reyes señala al respecto, en su libro ¡Cuotas NO! El movimiento estudiantil de 1999-2000 en la UNAM (UNAM) cómo “la propuesta de Barnés de modificar el RGP (Reglamento General de Pagos) fue avalada o, mejor dicho, impulsada por el Gobierno federal interesado en echar a andar el proyecto conjunto con las instituciones financieras internacionales para insertar a la UNAM en el mercado”.
Y en ese sentido, Meneses cita al propio exrector: “El Presidente Zedillo nos recomendó que lo manejáramos con todo cuidado para que, efectivamente, lográramos obtener los propósitos que nos habíamos planteado y que se consiguiera llevar a cabo el proceso de adecuación a través de una discusión amplia en la Universidad, sin que se politizara indebidamente. Fue su única preocupación”.
Para el 12 de noviembre de ese año Barnés de Castro presentó ante la Junta de Gobierno de la UNAM su renuncia. “La intransigencia de los grupos radicales que se han adueñado de la conducción del movimiento, la injerencia de grupos políticos ajenos a la vida universitaria y al clima de impunidad que a lo largo de estos meses ha prevalecido”, fueron sus palabras que consignó en ese entonces La Jornada.
Su salida, en medio del conflicto, llevó a que entrara en juego un nuevo actor proveniente del Gobierno de Zedillo.
Una vez fuera de la rectoría, Barnés se sumó a la Comisión Reguladora de Energía (CRE) en 2004 durante el Gobierno de Vicente Fox, cargo que ocupó hasta 2014.
DE LA FUENTE: DEL GOBIERNO DE ZEDILLO A LA 4T
Juan Ramón de la Fuente Ramírez llegó a la rectoría de la UNAM luego de haber ingresado al sector público el 1 de diciembre de 1994 cuando el Presidente Ernesto Zedillo lo designó como Secretario de Salud, uno de los tres únicos miembros del gabinete presidencial que no pertenecían al Partido Revolucionario Institucional.
Permaneció en el cargo hasta 1999 cuando fue designado rector de la UNAM en medio de la huelga estudiantil de más de 10 meses de duración motivada por la intención del exrector, Barnés de Castro de cobrar cuotas de ingreso a los estudiantes. El inicio de la gestión de De la Fuente al frente de la UNAM no estuvo exenta de polémica, pues implicó la toma de CU por parte de la policía y el arresto de cientos de estudiantes huelguistas, situación que le ha valido reproches como los que vivió en agosto de 2018 cuando exhuelguistas lo acusaron de represor en un evento conmemorativo del 68, en el que participó.
Durante su gestión se mejoró la imagen que se tenía de la Universidad, dando publicidad al hecho de que la UNAM se ha posicionado positivamente en mediciones internacionales siendo la mejor de Iberoamérica. También logró la declaración de Ciudad Universitaria como Patrimonio Cultural de la Humanidad según la Unesco, logró la reforma gradual del sistema de inscripciones, impulsó la creación del sistema moderno de transporte PUMABUS y el sistema de uso de bicicleta BICIPUMA, la computadora más potente de Latinoamérica, Kan Balam, el Memorial del 68 y el Museo Universitario de Arte Moderno, entre muchos otros de sus logros como Rector. En 2005, la Universidad Autónoma de Sinaloa le otorgó el título de doctor honoris causa.
Juan Ramón de la Fuente es una de las personalidades más influyentes de la política mexicana. En 2006 se mencionó la posibilidad de su candidatura presidencial y el interés del candidato Andrés Manuel López Obrador de integrarlo en su gabinete. Un plan que se ratificó con su incorporación a la representación de México ante la ONU.
En septiembre pasado, el Presidente López Obrador mencionó a De la Fuente como uno de los integrantes de su Gobierno que podrían contender por la Presidencia en 2024, en una clara muestra de la influencia que llegan a tener en la política los rectores y exrectores de la UNAM.
Sin Embargo