Hay varios motivos por los que los grupos del crimen organizado reclutan a menores de edad. La falta de apego, la desintegración familiar y la impunidad son algunas de las razones principales.
Reinserta, una organización sin fines de lucro que busca “romper los círculos de delincuencia para mejorar la seguridad del país”, presentará el próximo miércoles un estudio titulado Niñas, Niños y Adolescentes Reclutados por la Delincuencia Organizada.
El estudio —basado en 67 testimonios de niños, niñas y adolescentes reclutados por el narco— busca retratar la realidad más cruda del mundo del hampa y de esta forma integrar una estrategia integral que abone a cambiar el rumbo de cientos de niños y niñas y adolescentes cuyo camino hoy está determinado por el crimen organizado.
En su última columna, el periodista Héctor de Mauleón publicó como adelanto algunos fragmentos de las entrevistas que se realizaron a niños de entre 9 y 11 años en internamientos ubicados Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Estado de México, Guerrero, Quintana Roo y Oaxaca.En México, 30,000 menores han sido reclutados por el narco (Foto: Especial)
Se trata de un trabajo que “hace estallar entornos de abandono, negligencia, pobreza, desigualdad, violencia familiar y ausencia de figuras paternas. Todo esto acompañado por ausencia del Estado y la complicidad de policías y militares. Tal vez 30,000 niños mexicanos están haciendo hoy labores para el crimen organizado”, detalló el columnista.
Tal es el caso de Iker, un adolescente de Nuevo Laredo que a los 12 años “se les pegó” a sus tíos, miembros del Cártel del Noreste, porque le gustó de ellos “el poder, el dinero y sobretodo el respeto: ese güey es bien cabrón”.
A los 14 años ya había sido reclutado en la sierra de Coahuila para recibir entrenamiento de un exmilitar. Un año después ya era el encargado de colocar narcomantas y “secuestrar gente que andaba de chismosa”. Entonces percibía un sueldo que oscilaba entre los 15 y 20 mil pesos al mes. Una navidad sus jefes le dieron de regalo su primer coche.
Tenía poco de haber cumplido 16 cuando cometió su primer asesinato a sueldo. Uno de sus tíos le aconsejó: “Cuando no sea alguien de tu familia no tengas piedad, porque cuanto te toque a ti no te van a perdonar”. Incluso detalló que inhaló cocaína antes de cometer aquel homicidio.Los menores son reclutados por los cárteles para formar parte de sus filas como sicarios (Foto ilustrativa: Cuartoscuro)
Iker participó en la muerte de varios rivales hasta que fue aprehendido por las autoridades. Ante el equipo de Reinserta, confesó que al salir quisiera volver a lo mismo “por todo el dinero y por el placer”.
A Mauricio, otro adolescente originario de Coahuila, el Cártel del Noreste le asignó una sombra para que lo entrenara en la sierra de Sabinas. Ahí conoció a otros jóvenes que habían sido reclutados en el Estado de México, Ciudad de México y Nuevo León.
Aunque todavía era menor de edad cuando se involucró en el mundo del crimen, para él “matar personas era como matar animales”. “Les hacíamos madre y media, cosas que ni se imaginan, no era nada más meterles un balazo, si no nos decían lo que preguntábamos les volábamos un pie, luego el otro…”
En poco tiempo Mauricio se convirtió en comandante y estuvo cargo de tres patrullas con ocho sicarios cada una. Cuando lo detuvieron en un retén policiaco se enteró que su hermano también había sido reclutado, solo que a él lo habían asesinado al poco tiempo en un enfrentamiento.
A otro adolescente identificado como Pablo, su padre le enseñó todos los pormenores del negocio de la droga cuando solo tenía 12 años. Desde entonces ya había aprendido a pesar, quemar y preparar la droga para venderla. En poco tiempo terminó trabajando para Los Zetas.
Sin embargo, un día sus jefes le ordenaron “reventar” la tienda de su padre —porque le vendía la droga a otro cártel— y asesinarlo. A cambio de que le perdonaran la vida a su progenitor, Pablo tuvo que matar a tres personas y entregar información sobre otros puntos de venta que él conocía.
“Mi primera prueba fue sencilla, tenía que balear a un vato para quitarle la motocicleta… a partir de ahí fue puro matar, matar, matar”, recordó Héctor, hoy de 16 años. “A los doce yo ya era un asesino a sueldo”, relató Jacobo, reclutado por el Cártel Jalisco Nueva Generación. “A veces los ‘pozoleábamos, los descuartizábamos o los matábamos a puros disparos”.
INFOBAE