La de Kiev es una derrota de proporciones históricas para los rusos.
La campaña arrancó mal y fue de mal en peor.
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin lanzó su ataque a Ucrania el 24 de febrero tras una preparación de meses en la frontera, envió cientos de soldados de elite –lo mejor de las fuerzas especiales “spetsnaz”– en helicóptero para que capturasen un aeródromo mal defendido en las puertas de Kiev.
Otras unidades avanzaban por distintos sectores de Ucrania, incluida la ciudad oriental de Járkiv, la disputada región de Donbas y puntos sobre el Mar Negro. El premio grande, no obstante, era Kiev, la sede del poder. Por ello despacharon fuerzas especiales de la aeronáutica en las primeras horas de la ofensiva.
Putin, sin embargo, no logró su objetivo de aniquilar prontamente un ejército ucraniano mucho más débil, sin armamentos ni efectivos comparables a los de los rusos. Las fuerzas invasoras no estaban preparadas para la resistencia que ofreció Ucrania y no supieron adaptarse, no coordinaron sus operaciones terrestres y aéreas, no previeron la capacidad de Ucrania de defender su espacio aéreo y fallaron en funciones militares básicas como la planificación y la implementación de la cadena de reabastecimientos.
“Es una combinación bien mala si quieres conquistar un país”, comentó Peter Mansoor, general retirado del ejército estadounidense y profesor de historia militar de la Universidad Estatal de Ohio.
Al menos por ahora, los rusos están desplazando fuerzas de Kiev a la región oriental. A la larga, Putin tal vez consiga algunos de sus objetivos. El fiasco de Kiev, sin embargo, será recordado por mucho tiempo, sobre todo por las falencias que puso en evidencia en unas fuerzas militares que se supone son unas de las más poderosas del mundo.
“Es asombroso”, expresó el historiador militar Frederick Kagan, del Instituto de Estudios de la Guerra de Estados Unidos, quien dice no conocer paralelo alguno en el que una potencia militar como Rusia invade otro país cuando cree tener todo preparado y no logra someterlo.
En la primera mañana de la guerra, helicópteros de combate Mi-8 rusos sobrevolaron Kiev con la misión de capturar el aeródromo de Hostomel, en las afueras de la capital, al noroeste. La captura del pequeño aeropuerto, conocido también como Antonov, les hubiera permitido contar con una base para el traslado de soldados y de vehículos hasta la entrada de la ciudad más grande del país.
Pero las cosas no salieron como estaban planificadas. Se dice que varios helicópteros rusos fueron alcanzados por misiles antes de llegar a Hostomel y que cuando finalmente aterrizaron en sus pistas, sufrieron fuertes pérdidas causadas por fuego de artillería.
Otro ataque para tomar la base aérea de Vasylkiv, al sur de Kiev, también tropezó con fuerte resistencia. Se dijo que varios Il-76 que transportaban paracaidistas fueron derribados por los ucranianos.
Si bien los rusos terminaron tomando el aeródromo de Hostomel, la feroz resistencia de Kiev los obligó a reconsiderar una planificación que daba por sentado que Ucrania caería rápidamente, Occidente lo aceptaría y las fuerzas rusas no tropezarían con una resistencia fuerte.
Los ataques aéreos detrás de las líneas enemigas, como el de Hostomel, son riesgosos y complicados, como se hizo evidente cuando Estados Unidos envió 30 helicópteros Apache a Irak desde Kuwait en el 2003 para atacar una división de la Guardia Republicana iraquí. En el camino, los helicópteros fueron atacados con armas pequeñas y equipo antiaéreo. Un Apache fue derribado y otros sufrieron daños, por lo que la misión fue abortada. De todos modos, las fuerzas estadounidenses capturaron rápidamente Bagdad.
El que la 45ta Brigada Aérea de fuerzas especiales rusas no haya podido cumplir su misión de entrada tal vez hubiera pasado inadvertido si las cosas mejoraban. Pero no fue así.
Los rusos hicieron algunos esfuerzos fallidos por penetrar el corazón de Kiev y luego intentaron rodear la capital, aventurándose más hacia el oeste. Contra todo pronóstico, los ucranianos resistieron a pie firme y frenaron a los rusos, usando con mucha eficiencia armamento suministrado por Occidente, incluido equipo antitanque portátil, misiles antiaéreos Stinger disparados desde el hombro y mucho más.
La semana pasada los rusos se fueron de Hostomel en el marco de una retirada mucho más amplia.
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