En 1999, Dylan Klebold y Eric Harris asesinaron a 13 alumnos y maestros del Instituto Columbine, Connecticut, Estados Unidos. Después de la matanza se suicidaron. A través de reportes policiacos y testimonios de personas cercanos salió a relucir que tanto Klebold como Harris eran fanáticos de Doom, un videojuego de disparos en primera persona (género también conocido como FPS) y que incluso dedicaron gran parte de su tiempo a diseñar nuevos niveles para el juego. Ese día comenzó la cacería de brujas. Los políticos, en su mayoría conservadores, los medios de comunicación y la Asociación Nacional del Rifle (NRA), principales defensores del uso y portación de armas no dudaron en señalar a los videojuegos como responsables de la conducta de los jóvenes. Sin embargo aún no existen investigaciones concluyentes que señalen que los juegos de video sean los únicos culpables y es que por cada estudio que pretende demostrar el nexo entre ellos y la violencia, sale uno más que rechaza tal tesis. Y la pregunta sigue en el aire: ¿Son los videojuegos los responsables de la violencia? Quizá las estadísticas ayuden a plantear un escenario diferente. Por todos es conocido que los autores de la masacre de Columbine eran fanáticos de los videojuegos, que escuchaban música de Marylin Manson y Rammstein o que incluso fueron objeto de bullying por sus compañeros. Menos sabido es que tres de las cuatro armas que usaron en el ataque fueron obtenidas legalmente a través de un intermediario, Robyn Anderson, amiga de Dylan Klebold, de 18 años en ese entonces. Sí, Estados Unidos fue víctima de la Segunda Enmienda, la que defiende el derecho de sus ciudadanos a comprar y portar armas de fuego a pesar de no tener 21 años, la mayoría de edad legal en el país. Fácil. A los 18 años puedes comprar un arma y ser soldado pero no puedes consumir alcohol, al menos no legalmente.
Si las armas no matan, ¿los videojuegos sí?
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