El presidente del Banco del Vaticano, Ernst von Freyberg, aseguró que uno de sus principales objetivos es aplicar la política de tolerancia cero con los clientes y trabajadores involucrados en el reciclaje de “dinero sucio”.
Von Freyberg afirmó que la Santa Sede se ha comprometido a respetar -en sus operaciones financieras- las normas internacionales, las leyes y los más altos estándares exigidos por los bancos.
“Personalmente me encuentro en la mesa, cada semana, todos los casos sospechosos y tengo reuniones semanales con el responsable encargado contra el lavado de dinero”, dijo en una entrevista difundida a través de la Radio Vaticana.
Von Freyberg fue designado al frente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), nombre oficial del coloquialmente conocido Banco del Vaticano, por el anterior pontífice Benedicto XVI en febrero pasado.
Fundado en su forma actual por el Papa Pío XII en 1942, en su corta vida -comparada con la antigua historia de la Iglesia- el IOR ha estado en numerosas ocasiones envuelto en vergonzosos escándalos.
Escándalos que han sido producto de su opacidad y una gestión interna totalmente contraria a los valores éticos propugnados por el catolicismo.
Teóricamente fue creado “para mantener y administrar los bienes activos transferidos o confiados al Instituto por personas físicas o jurídicas, con el fin de obras de religión o de caridad”.
Situado dentro de la Ciudad del Vaticano, actualmente administra unos siete mil millones de euros (unos nueve mil millones de dólares) que proceden de 19 mil clientes -cinco mil 200 instituciones católicas, 13 mil 700 personas, entre ellas empleados del Vaticano- distribuidos en aproximadamente 33 mil cuentas.
“No somos un banco. No prestamos dinero, no hacemos inversiones directas, no operamos de contraparte financiera. No especulamos en divisas o bienes”, explicó el presidente.
“Nuestro principio es que recibimos dinero y lo invertimos en bonos de Estado, en obligaciones y en el mercado interbancario, en el que depositamos a una tasa de interés ligeramente superior a lo que recibimos con el fin de poder devolver el dinero a nuestros clientes en cualquier momento”, agregó.
Señaló que la única característica particular del IOR es que sus 119 empleados “entienden perfectamente” el mundo de la Iglesia y a sus clientes, en su gran mayoría monjas o religiosos que a menudo conocen a la persona que se hace cargo de ellos en el IOR desde hace 20 o 30 años.
Confesó que antes de tomar posesión de su puesto pensó que, al hacerlo, se iba a tener que concentrar en “hacer limpieza” y “poner en orden” las cuentas corrientes irregulares, pero indicó que -hasta hoy- no pudo detectar esas supuestas irregularidades.
Sostuvo que, por el contrario, se dio cuenta que su interés debe ser el restaurar la reputación perdida, comunicar lo que es y hace el IOR, algo que no se ha realizado lo suficiente en el pasado.
“El trabajo comienza en nuestra casa, con nuestros propios empleados, con los que trabajan para la Iglesia de Roma, con los que están en la Iglesia en todo el mundo. A ellos debemos primero transparencia y una explicación clara sobre lo que hacemos y de cómo intentamos servir”, insistió.
“La transparencia es clave, pero no solo la transparencia; sino lo que se es una vez convertidos en transparentes: a saber, que somos completamente limpios, como es necesario ser, si se quiere ser aceptado en el sistema financiero internacional”, estableció.
http://www.excelsior.com.mx/