Astrolabio, una columna de Oswaldo Ríos
Entre mis recuerdos de infancia añoro con particular cariño la imagen de mi abuelita Tita tomándome de la mano y comprándome una gelatina afuera de la iglesia de San Francisco. Jamás olvido con cuanta dulzura me contó que San Francisco de Asís había sido un joven muy rico que había rechazado las comodidades y riquezas a cambio de poner su vida al servicio de los más pobres y todos sus sacrificios para difundir la palabra de Dios a través de una vida humilde viviendo el Evangelio. A los 6 años, me era suficiente saber que San Francisco amaba profundamente a los animales y que hablaba con ellos (lo mismo hacía yo) como si fueran personas, para que se convirtiera en mi héroe.
Pocos años más tarde mi abuela murió de cáncer. Con su partida sentí el dolor más grande que he conocido en mi vida, al morir, estaba envestida con la túnica franciscana con la que tantas veces la acompañé a misa. Años de juventud, rebeldía y marxismo, mi fe cristiana quedó sepultada por esa desesperanza. Con el transcurrir del tiempo me convencí de que si bien no podría probarse la existencia de Dios, tampoco su inexistencia y que al final, optar entre una u otra postura, era una elección de conciencia, de fe. En la gratitud de las cosas hermosas que luego me regaló inmerecidamente la vida, elegí creer en Dios. Por cierto, en mis años de mayor radicalismo ideológico había un personaje que me merecía fascinación infinita: Jesús de Nazaret. Ahora, en la devoción de mi madre a San Francisco, mi familia ha encontrado una forma de abrazar a mi abuela y de abrazarnos todos unos a otros..
Hace unos días publiqué un tuit donde opine que 41% de los católicos del mundo vivían en América Latina y que muchos de ellos vivían en condición de pobreza, y que si el cónclave atendía ésa condición, la elección del nuevo Papa era obvia. Acostumbrados a que casi nunca ocurre lo que deseamos, fue una formidable sorpresa que el nuevo sucesor de Pedro fuera argentino, jesuita, y con una muy clara vocación por los pobres, y también, hay que decirlo, una posición doctrinal ortodoxa. Luego eligió ser llamado Francisco, y Habemus Papa a mi medida. Dicen que es una llamada. La pederastia, el sibaritismo, los atavismos, el hedonismo y la discriminación a las mujeres y los homosexuales, me parecen prácticas abominables que como a miles de seres humanos nos han hecho ser tajantemente críticos con la Iglesia católica. Eso a su vez ha provocado la distancia de muchos católicos no practicantes, dificultades para evangelizar a nuevos feligreses y la persistencia de barreras antediluvianas para entender las nuevas realidades democráticas del mundo moderno. Pero cada cambio de Papa es una nueva etapa en la Iglesia y de todo corazón deseo que en los años porvenir, los sacerdotes con su propio ejemplo, lleven a cabo una transformación completa de la forma en que se predica amar al prójimo como a uno mismo. En los tiempos rápidos y vacuos que vivimos, los seres humanos necesitamos referentes y la fe es un derecho al que no podemos renunciar. Cuando todos exigimos por el privilegio de juzgar y recibir, fue conmovedor que de quien se esperaba una bendición comenzara su camino pidiendo una oración. Por favor, recen por mí. @OSWALDOR10S]]>